domingo, 30 de mayo de 2010

LEGUINA, y 3

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Este es el tercer y último fragmento del libro de J. Leguina que quería transcribir. Tal vez, el más "duro" de los tres. A ver qué os parece. Como se ve, está redactado en la segunda mitad de la primera legislatura de Rodríguez Zapatero.


En fin, si alguien, pasados unos años, quisiera hacer un relato inteligible de lo que fueron estos años de Gobierno neosocialista -que la inercia, probablemente, empuje hasta alcanzar una segunda legislatura-, lo tendrá difícil, porque un líder político cuya actividad responde a un plan muy preciso corre el riesgo de acabar siendo un dogmático y un dogmático siempre resulta fácil de describir, mas, cuando el líder en cuestión carece de hoja de ruta y todo lo fía a las “imágenes”, a los aventureros que tiene por amigos, a la improvisación, a la ocurrencia o a su buena suerte, entonces al historiador que le toque la tarea de contar esta historia le va a costar hacerlo, a no ser que decida aplicar a su interpretación el humor o el sarcasmo…



Le sería más fácil describirlo como un cóctel, el de la “España plural”, que se prepara metiendo en el recipiente un toque progre , cuarto y mitad de feminismo radical y otro tanto de retórica ecologista. Añádanse unas rodajas de buenismo, un vaso de anticlericalismo (capaz de provocar el sarpullido en la siempre fina piel de los obispos, con el fin de que sus reacciones asusten y lleven a las urnas a la grey progresista). Finalmente, unas esencias de memoria histórica para darle el aroma adecuado. Mézclese todo con cuchara larga, pero no debe agitarse, no vaya a ser que explote.

Pág. 517
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miércoles, 26 de mayo de 2010

LEGUINA 2

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Este es el segundo fragmento que quiero transcribir del libro La luz crepuscular de Joaquín Leguina (Madrid, Alfaguara, 2010). No sé si os resultará sorprendente; a mí me parece bastante interesante.


Baltasar Garzón entró en 1993 como número dos por Madrid en las listas del Psoe (sic): pocos dudaban de que, si los socialistas ganaban las elecciones, sería nombrado ministro. Cuando, contra pronóstico, el Psoe ganó aquellas elecciones generales, Garzón quedó relegado. Otro juez, Juan Alberto Belloch, le madrugó, convenciendo a Felipe González de que Garzón era una nulidad política. Probablemente Belloch tenía razón , pero si González hubiera nombrado a Baltasar Garzón ministro del Interior (a los jueces estrella lo que les encanta de veras es mandar sobre la Guardia civil) se habrían evitado muchos dolores de cabeza… Pero no lo hizo, frustrando las ambiciones de Garzón y dejándolo humillado… Garzón acabó dimitiendo de sus cargos (diputado y secretario de Estado contra las drogas) y volvió -como en el viejo himno fascista- “al puesto que tengo allí”. Allí, en el Juzgado Número 5 de la Audiencia Nacional, donde hoy -cuando esto escribo- sigue felizmente reinante.



Puesto que Garzón -otro “maestro de juventudes”- pretende pasar a la historia como defensor de las esencias democráticas, conviene repasar sus métodos judiciales, porque Garzón es un juez que usa, a menudo, de la prisión provisional para fines ilegales. Por ejemplo, para “ablandar” a los detenidos para prometerles la libertad siempre que “cooperen con la justicia”, es decir, cuando declaran lo que el juez quiere oír. Por otro lado, en el juzgado de Garzón el secreto sumarial es un secreto a voces. Allí -ciscándose en la Ley de Enjuiciamiento Criminal- existe una cañería, un auténtico trasvase entre los sumarios y el periódico de turno -aquel a quien en cada momento este “dios” otorga sus favores-, y todo ello sin que nadie hasta la fecha haya puesto coto a estos desmanes. […]

Tras su regreso al Juzgado Número 5 de la Audiencia Nacional, el juez (que siempre ha tenido la habilidad de mover los sumarios como si fuesen platillos chinos) reabrió el caso Gal y metió en la cárcel a los “hermanos Amedo”… hasta que estos declararon lo que el juez deseaba oír, lo cual les supuso obtener, de inmediato, beneficios penitenciarios sorprendentes, pues el juez les dejó prácticamente en libertad. Tras esas “espontáneas” declaraciones, Garzón metió en prisión preventiva a quienes los Amedo habían denunciado y los nuevos detenidos fueron obteniendo libertad a medida que “colaboraban con la justicia”, es decir, cuando denunciaban a sus jefes. […]

En las condiciones medioambientales creadas, nadie se atrevió a echar atrás una instrucción tan impresentable como la realizada por Garzón y la mayoría de la Sala del Tribunal supremo que al final juzgó el caso no se atrevió con él (ni con el ruido político y mediático de acompañamiento) y llevó a una sentencia condenatoria. Hubo, es cierto, varios votos particulares, de cuya lectura se deduce con toda claridad que a los altos cargos del Ministerio del Interior se les condenó sin pruebas.

(Págs. 467-469)
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sábado, 22 de mayo de 2010

LEGUINA 1

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Esta entrada inaugura una serie de tres, relacionadas con el libro La luz crepuscular de Joaquín Leguina (Madrid, Alfaguara, 2010). A él pertenece el siguiente párrafo.


Techa [madre del protagonista y narrador] diseñaba cada día un plan al estilo de los turistas competentes y, ya fuera sola o acompañada por mí, por María o por los dos, el plan lo cumplía a rajatabla. De su mano conocí el Folies Bergère y oí cantar a nuestro compatriota Luis Mariano en el teatro del Chatêlet. Lugares todos ellos a los que, de no aparecer ella por París, mi "visión progre" del mundo me hubiera vedado ir. "Ay, hijo, esos prejuicios tuyos se parecen bastante a los de los curas. No te dejan disfrutar de la vida", me reprochó, mientras elogiaba la voz de Luis Mariano.

(Pág. 225)
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domingo, 16 de mayo de 2010

TONO MITINERO

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Ya desde la anterior legislatura, se viene comentando que el Partido Popular en general y Mariano Rajoy en particular hacen una oposición bastante ineficaz. Así, pese a que, en las últimas encuestas sobre intención de voto, la diferencia de respaldo entre los dos grandes partidos va desde los 9 a los 12 puntos a favor de los populares, la distancia no se debe tanto a la subida de éstos, como al descenso de los socialistas (en favor de IU y UPD). Además, Rajoy no se recupera del suspenso en el apartado de valoración. ¿Qué ocurre con la formación conservadora para que no despegue claramente, como cabría esperar en las actuales circunstancias, marcadas por la grave crisis económica, fuente y origen de tantos problemas internos y externos? Muchos dicen que el descrédito del gobierno, sólo eso, bastaría para que el oponente lo hubiese dejado muchísimo más atrás en los sondeos, de modo que se situara con holgura en la mayoría absoluta y sobrepasara al PSOE el doble de lo que lo hace ahora, mediante la apropiación directa de los votos del centro izquierda. ¿Por qué no ocurre así?

Como en todas las situaciones complejas, resultado de múltiples factores y procesos, aquí es imposible limitarse a un único motivo. De hecho, los analistas que han abordado la cuestión, señalan múltiples causas. Una de las más destacadas es lo que, globalmente, suele denominarse “estrategia”, la aplicación de una “estrategia equivocada”. Quiere decirse que la organización conservadora sigue un procedimiento global erróneo para llevar a cabo la misión de oponerse, que plantea cuestiones poco adecuadas al fin que se propone, o lo hace de forma inapropiada. No voy a entrar en consideraciones tan amplias, que me exigirían más preparación y ocuparían, además, un espacio virtual más extenso del que corresponde a un blog. Así que voy a centrarme en un solo punto.

Me parece que Don Mariano no llega a la gente o no lo hace con la intensidad y la fuerza suficientes. Cuidado, no digo “convencer”, sino “llegar”, que aquí empleo como sinónimo de captar la atención, interesar, persuadir, ilusionar, entusiasmar, etc. En las cuñas que vemos en los telediarios u oímos en los informativos de radio, su tono suele parecer apagado, débil, poco vigoroso…, incluso el volumen de la voz es de sala de estar o de oficina, donde se habla, piano piano, con dos o tres personas lo más; nunca sus palabras dejan ese eco, esa resonancia propia del espacio amplio y abierto, el de las grandes concurrencias… La firmeza, la energía, la potencia, la contundencia, el fuego…, propios de una actitud segura y necesarios para arrastrar de una brazada a una multitud de potenciales seguidores, suelen estar ausentes o muy atenuados (que en este contexto significan lo mismo). La mirada cara a cara (frente a una cámara) se sostiene pocas veces, enseguida se desvía o se baja, recatada y pudorosa, renunciando así al descaro propio del capitán que arenga a sus huestes.

Nunca he visto/oído una arenga de Rajoy. Será porque no voy a los actos de los populares (tampoco a los de los otros). O más bien porque no cultiva él esa modalidad. Sin duda, es una limitación para un político, una de cuyas funciones consiste en estimular, enardecer, mover a la acción a los ciudadanos, bastante proclives, en general, al enfriamiento, a la apatía, cuando no a la deserción respecto a la cosa pública, para después atraerlos hacia las ideas y propuestas de su partido. De modo sintético, y quizás un tanto simple, podríamos reunir todas estas notas en una sola expresión: el “tono mitinero”. Rajoy no domina ni maneja con la debida frecuencia, soltura, agilidad y, por tanto, eficacia el tono mitinero, cuyo principal objetivo es activar en el público el engranaje emocional, y no tanto el intelectual; tocar sus fibras sensibles, emocionar, sugestionar, seducir…, y no tanto convencer, como decía antes. En esta variedad comunicativa está de más el razonamiento lógico, la exposición teórica, el orden expositvo riguroso, las matizaciones conceptuales… Aquí las expresiones bullen como las burbujas de una olla hirviendo, que salpican todo lo que se les queda cerca; fluyen libres como río que desborda el cauce… La precisión se muta en vaporosa ambigüedad que embauca, en brillante e inesperada imagen que deslumbra. La respetuosa y considerada invitación se hace grito, voz de mando. El pensamiento complejo se comprime en fórmulas breves, con envolvente de titular periodístico, de eslogan publicitario, de consigna. Etc.

A mi parecer, Rajoy no sabe o no quiere hablar así. En cambio, su adversario, Rodríguez Zapatero, gestiona con comodidad tanta filigrana. Sin embargo, el verdadero maestro de tal arte era Felipe González. Se dice que la gente comentaba, tras oír alguna intervención en directo o retransmitida: “¡Qué bien habla!”, sin acertar a expresar de qué había hablado o qué había dicho. Era un gran seductor de audiencias. También Aznar arrastraba, pero con un estilo totalmente distinto, más imperativo y directo que sugerente. La palabra de Felipe era una caricia; la de Aznar, un golpe en la mesa.

Rajoy se muestra muy brillante en el discurso parlamentario, que es (o debe ser) opuesto al mitinero. En él, el orador sienta doctrina, argumenta, distingue, disecciona y evalúa ideas o propuestas, exhorta con moderación, es comedido a la hora de denunciar, de acusar… En todo destaca sobre casi todos Mariano Rajoy. Fuera de esa sede, el dirigente popular intenta ser más coloquial, meter más yesca en su enunciación, hacer frases más breves y esquemáticas, aunque rara vez consigue un nivel mitinero de “Suficiente”. A veces parece que se apoya en oraciones cortas, muy estudiadas previamente, que, por lo tanto, carecen de la fuerza de lo espontáneo (o de lo que otros disfrazan de espontáneo con acierto).

Según dije al principio, las maneras comunicativas de un líder no determinan el destino de un partido en las elecciones, aunque no hay duda de que contribuyen, negativa o positivamente. También es verdad que cada modalidad discursiva se corresponde con un tipo de público. Sin que sea ahora posible definir tal correspondencia, parece claro que el destinatario de las alocuciones de Don Mariano no es el mayoritario.

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