..Ya desde la anterior legislatura, se viene comentando que el Partido Popular en general y Mariano Rajoy en particular hacen una oposición bastante ineficaz. Así, pese a que, en las últimas encuestas sobre intención de voto, la diferencia de respaldo entre los dos grandes partidos va desde los 9 a los 12 puntos a favor de los populares, la distancia no se debe tanto a la subida de éstos, como al descenso de los socialistas (en favor de IU y UPD). Además, Rajoy no se recupera del suspenso en el apartado de valoración. ¿Qué ocurre con la formación conservadora para que no despegue claramente, como cabría esperar en las actuales circunstancias, marcadas por la grave crisis económica, fuente y origen de tantos problemas internos y externos? Muchos dicen que el descrédito del gobierno, sólo eso, bastaría para que el oponente lo hubiese dejado muchísimo más atrás en los sondeos, de modo que se situara con holgura en la mayoría absoluta y sobrepasara al PSOE el doble de lo que lo hace ahora, mediante la apropiación directa de los votos del centro izquierda. ¿Por qué no ocurre así?
Como en todas las situaciones complejas, resultado de múltiples factores y procesos, aquí es imposible limitarse a un único motivo. De hecho, los analistas que han abordado la cuestión, señalan múltiples causas. Una de las más destacadas es lo que, globalmente, suele denominarse “estrategia”, la aplicación de una “estrategia equivocada”. Quiere decirse que la organización conservadora sigue un procedimiento global erróneo para llevar a cabo la misión de oponerse, que plantea cuestiones poco adecuadas al fin que se propone, o lo hace de forma inapropiada. No voy a entrar en consideraciones tan amplias, que me exigirían más preparación y ocuparían, además, un espacio virtual más extenso del que corresponde a un blog. Así que voy a centrarme en un solo punto.
Me parece que Don Mariano no llega a la gente o no lo hace con la intensidad y la fuerza suficientes. Cuidado, no digo “convencer”, sino “llegar”, que aquí empleo como sinónimo de captar la atención, interesar, persuadir, ilusionar, entusiasmar, etc. En las cuñas que vemos en los telediarios u oímos en los informativos de radio, su tono suele parecer apagado, débil, poco vigoroso…, incluso el volumen de la voz es de sala de estar o de oficina, donde se habla,
piano piano, con dos o tres personas lo más; nunca sus palabras dejan ese eco, esa resonancia propia del espacio amplio y abierto, el de las grandes concurrencias… La firmeza, la energía, la potencia, la contundencia, el fuego…, propios de una actitud segura y necesarios para arrastrar de una brazada a una multitud de potenciales seguidores, suelen estar ausentes o muy atenuados (que en este contexto significan lo mismo). La mirada cara a cara (frente a una cámara) se sostiene pocas veces, enseguida se desvía o se baja, recatada y pudorosa, renunciando así al descaro propio del capitán que arenga a sus huestes.
Nunca he visto/oído una arenga de Rajoy. Será porque no voy a los actos de los populares (tampoco a los de los otros). O más bien porque no cultiva él esa modalidad. Sin duda, es una limitación para un político, una de cuyas funciones consiste en estimular, enardecer, mover a la acción a los ciudadanos, bastante proclives, en general, al enfriamiento, a la apatía, cuando no a la deserción respecto a la cosa pública, para después atraerlos hacia las ideas y propuestas de su partido. De modo sintético, y quizás un tanto simple, podríamos reunir todas estas notas en una sola expresión: el “tono mitinero”. Rajoy no domina ni maneja con la debida frecuencia, soltura, agilidad y, por tanto, eficacia el tono mitinero, cuyo principal objetivo es activar en el público el engranaje emocional, y no tanto el intelectual; tocar sus fibras sensibles, emocionar, sugestionar, seducir…, y no tanto convencer, como decía antes. En esta variedad comunicativa está de más el razonamiento lógico, la exposición teórica, el orden expositvo riguroso, las matizaciones conceptuales… Aquí las expresiones bullen como las burbujas de una olla hirviendo, que salpican todo lo que se les queda cerca; fluyen libres como río que desborda el cauce… La precisión se muta en vaporosa ambigüedad que embauca, en brillante e inesperada imagen que deslumbra. La respetuosa y considerada invitación se hace grito, voz de mando. El pensamiento complejo se comprime en fórmulas breves, con envolvente de titular periodístico, de eslogan publicitario, de consigna. Etc.
A mi parecer, Rajoy no sabe o no quiere hablar así. En cambio, su adversario, Rodríguez Zapatero, gestiona con comodidad tanta filigrana. Sin embargo, el verdadero maestro de tal arte era Felipe González. Se dice que la gente comentaba, tras oír alguna intervención en directo o retransmitida: “¡Qué bien habla!”, sin acertar a expresar de qué había hablado o qué había dicho. Era un gran seductor de audiencias. También Aznar arrastraba, pero con un estilo totalmente distinto, más imperativo y directo que sugerente. La palabra de Felipe era una caricia; la de Aznar, un golpe en la mesa.
Rajoy se muestra muy brillante en el discurso parlamentario, que es (o debe ser) opuesto al mitinero. En él, el orador sienta doctrina, argumenta, distingue, disecciona y evalúa ideas o propuestas, exhorta con moderación, es comedido a la hora de denunciar, de acusar… En todo destaca sobre casi todos Mariano Rajoy. Fuera de esa sede, el dirigente popular intenta ser más coloquial, meter más yesca en su enunciación, hacer frases más breves y esquemáticas, aunque rara vez consigue un nivel mitinero de “Suficiente”. A veces parece que se apoya en oraciones cortas, muy estudiadas previamente, que, por lo tanto, carecen de la fuerza de lo espontáneo (o de lo que otros disfrazan de espontáneo con acierto).
Según dije al principio, las maneras comunicativas de un líder no determinan el destino de un partido en las elecciones, aunque no hay duda de que contribuyen, negativa o positivamente. También es verdad que cada modalidad discursiva se corresponde con un tipo de público. Sin que sea ahora posible definir tal correspondencia, parece claro que el destinatario de las alocuciones de Don Mariano no es el mayoritario.