lunes, 11 de septiembre de 2023

SÍ, PERO NO

 


En las dos últimas semanas he tenido la oportunidad de ver y escuchar sendas entrevistas con dos destacados exdirigentes del PSOE, los más preeminentes para mi generación: Felipe González (preguntado por Carlos Alsina, de Onda Cero) y Alfonso Guerra (interrogado por Carlos Herrera, de COPE). Ha sido agradable asistir a un discurso de los que ya no abundan en los políticos de izquierdas: moderado, sosegado, reflexivo, sin la exacerbación y la vehemencia que caracterizan a muchos de los que están aún en la batalla, sobre todo en la proximidad de consultas electorales. Más directo y expresivo el expresidente, algo más escueto en su análisis frente a la palabra de Guerra, un tanto hierática y algo engolada, grave en el tono y con pausas y silencios de énfasis; salvo cuando insulta (ya muy poco), cada vez se parece más Don Alfonso a un profesor de Filosofía dictando apuntes a alumnos de primero de carrera.

Naturalmente, las cuestiones tratadas en ambas han sido muy coincidentes, centradas sobre todo en la situación actual del país y la actitud y comportamiento de las diferentes formaciones políticas, orientadas desde el 23 de julio a resolver a su favor la incógnita de la investidura. Me ha agradado asistir a sus manifestaciones, claras, aunque contenidas, en contra de la línea de pactos del PSOE con los pequeños partidos independentistas, de izquierdas y de derechas, y la preocupación de los dos por el lugar al que nos llevará semejante estrategia. “Este no es el camino”, sentenció uno de ellos. Más puntualmente, coincidieron en desaprobar en términos duros la forma en que se está negociando el posible acuerdo con los partidos independentistas, que, entre otras cosas, ha llevado a “toda una vicepresidenta” a desplazarse a la ciudad donde se esconde un político fugado, al cual ese hecho le ha dado alas, sin duda. El mismo Guerra calificó el traslado y la conversación entre condenado y vice como “infamia intolerable contra la democracia”, por la cual él habría cesado inmediatamente a un miembro de un hipotético gobierno por él presidido.  

Otra gran coincidencia estuvo en la convicción expresada por los dos de que la mejor “salida” del país en estos momentos, cuajados de problemas de todo tipo, económicos, sociales y políticos, a cuál con más difícil solución, solo pasa por una vía: el acuerdo (no hablaban de “pacto”) entre los dos grandes partidos, PP y PSOE. Llegados a este punto, que fue el último tema de las dos conversaciones, como sincronizados por un invisible mecanismo, los entrevistadores plantearon una pregunta que, imposible negarlo, se caía de su peso: Nuñez Feijóo ofreció en el último debate un documento, firmado por él in praesentia, por el que ambos se comprometerían a dejar gobernar al partido más votado, uno de cuyos efectos sería que uno y otro se desembarazaran de las minorías que parecen atenazarlos, tanto de los independentistas, como del confuso revoltijo de SUMAR, por un lado, y de VOX por otro. (Felipe González los denominó a todos, metiéndolos en el mismo saco, “excrecencias”), documento que Sánchez no rubricó. Con posterioridad, el mismo dirigente conservador, nombrado ya por el rey como candidato a la investidura, propuso al presidente en funciones el apoyo para una legislatura de dos años mínimo, con un programa básico consensuado. «No» volvió a responder el PSOE (según algunos, porque no sería Sánchez quien presidiera el gobierno, función en la que está él sumamente, ¿exclusivamente?, interesado). Así las cosas, parece ―opinaron explícitamente los periodistas― que no son los dos partidos quienes se resisten a la aproximación, sino uno solo, el que ahora sostiene al ejecutivo en funciones. A mí me dio la impresión, viendo los gestos y apreciando el cariz de las respuestas, que se vieron un tanto acorralados por la pregunta y acudieron a un argumento simple y muy trillado, que corre de boca en boca por la grey socialista para atacar al PP: en realidad de verdad, como suele decirse, el PP no tiene intención de romper con VOX y, en tales circunstancias, no es sujeto de pacto. Cuando se dice no pactar, lo que se quiere decir es no sentarse a hablar, siquiera, como ha declarado la vicepresidenta en funciones Yolanda Díaz en relación con el Partido Popular.

A fuer de sincero, he de decir que me dejó un regusto algo amargo esta última réplica, lo más desechable sin duda del diálogo, a lo largo del cual los dos superpolíticos andaluces rayaron a gran altura y se manifestaron con gran sinceridad. Para mí, igualar los socios que PSOE y PP es un error, una injusticia intencionada, supuesto que las pequeñas formaciones vascas y catalanas, aparte de no sobrepasar entre todas el millón y medio de votos, frente a los más de tres millones de VOX, que superó incluso a SUMAR, son partidos cuyo único fin es el beneficio de sus propios territorios, también pequeños, y la independencia con respecto a España; es decir, existen, viven y trabajan a contracorriente de los demás, interesados en la unidad y desarrollo del país entero, en el bienestar de todos sus habitantes. Distinto es el caso del poliédrico y multiforme SUMAR, lleno de colorines. Creo que los socialistas, incluidos González y Guerra, mienten a conciencia, lo cual es una salida fácil, facilona incluso, que no se espera de ellos. Pensé, una vez más, que los militantes socialistas, todos, siguen protegiéndose y tratando de ocultar sus equivocaciones o sus acciones más impopulares detrás de escudos falsos que, de tanto uso, se han vuelto, además, frágiles y casi transparentes, a punto de dejar indefenso a quienes los anteponen como parapetos. Hay una frase por ahí que viene a decir que “un ciudadano de derechas es capaz de morir por una idea, mientras que uno de izquierdas es capaz de morir por un compañero”. Sería muy digna tal observación si no hubiera ideas y compañeros que no se merecen ni un rasguño.

Claudio Repellón

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