domingo, 17 de septiembre de 2023

«FORMAS DE AMAR»

 



Eso, formas de amar modernas, rompedoras, atrevidas… es lo que piensan muchos televidentes estar contemplando y aprendiendo en el programa Firts dates, con la que confieso distraerme casi todos las noches en la Cuatro. Formas de amar en pareja, se sobreentiende. Quedan excluidos, por lo tanto, el amor paternofilial, el amor fraterno, la amistad y todas las modalidades que no se relacionan, de cerca o de lejos, con algún tipo o grado de enamoramiento.

El programa se desarrolla en un decorado que simula un restaurante, donde cena una serie de parejas, invitados por la cadena. Cada persona, por supuesto adulta, ha solicitado previamente participar y ha pedido que le asignen un compañero o compañera de mesa, con un perfil esbozado por el solicitante. Así que allí se encuentran y se sientan a comer sin haberse conocido previamente, «a ciegas». En una aproximación estadística a ojo de buen cubero, parece que predomina la edad entre los 30 y los 50, aunque también se ven muchos de menos de 25 y más de 60. Una vez concluida la cena, cada par tiene que decidir si va a seguir viéndose en una segunda cita o no, por haber intuido o no que hay posibilidades de que brote algún germen de amor o no. Cosa que les obliga a tratar de indagar uno en la personalidad del otro mientras cenan y a examinarse físicamente para calibrar si se sienten atraídos. Calculo que no llegan al 50% las parejas que acuerdan volverse a ver («segunda cita»), ya en privado. No obstante ―tal vez por pura cortesía―, casi todos los que no muestran tal deseo dicen estar abiertos a mantener una amistad.  

Una de las peculiaridades del pasatiempo televisivo, que es la que encierra su atractivo principal y quizás su intencionado fondo didáctico, estriba en la diversidad de inclinaciones de las personas que se sientan dos a dos a la mesa por expresa petición de ambos, la gran variedad de posibles futuros enamorados y amantes que desfilan por el salón, su diferente identidad y modos de concebir y practicar el sexo y la relación personal; y lo variopinto de las parejas que se forman. Una gran parte se confiesa heterosexual y comparte mantel con alguien de sexo opuesto, en pos de una relación más o menos convencional. Otro grupo se define, en cambio, como homosexual, hombre o mujer, y se sienta con una persona de su mismo sexo. Después están los bisexuales, también masculinos o femeninos, que no suelen, en muchos casos, elegir con anterioridad el sexo de su futuro acompañante y no saben, por tanto, la índole y naturaleza del partener antes de que se lo presenten: ¡la más auténtica cita a ciegas! Puede ocurrir que coincidan, entre los bisexuales, dos hombres o dos mujeres, o bien un hombre y una mujer. También se presentan jóvenes autocalificados de trans, de ambos sexos, aunque con diferente grado de definición o de fase de mutación; dentro de esta modalidad, la realidad suele ser un tanto compleja por razones obvias. Por último, se muestran, bastantes, partidarios de una relación abierta, esto es, con más de dos componentes, tres en todos los casos que he conocido, que pueden ser dos masculinos y uno femenino, o viceversa. En otro orden de cosas, he oído por primera vez la autoinclusión o autoexclusión de personas en sistemas denominados binarios o no binarios, que todavía no tengo claro en qué consisten y solo me suenan a lenguajes informáticos, aunque sé que son nuevos esquemas de relación entre personas. También están quienes prefieren una convivencia «externa», o sea, cada uno en su casa, con un compromiso estrecho y encuentros periódicos, más o menos frecuentes; se da, sobre todo, en mayores de sesenta o setenta. Etc., etc.

He acortado la panoplia para no extenderme demasiado. No he citado, por ejemplo, los que son, ellos o ellas, y piden que sean los que les asignen, de tal o cual estética o concepción vital, más o menos alternativa, con gran incidencia en la relación amorosa y en sus atuendos, peinados, decoración corporal…, desde luego rarísimos. O quienes han cambiado de orientación sexual a lo largo de su existencia una o más veces. Por otra parte, aunque suelen preguntarse sobre sus apetencias, hábitos o actitudes en la cama con singular desparpajo («¿la tienes muy grande?», «me gusta comerla/lo», «¿has llevado cuernos?», « ¿sirves todavía?», por ejemplo), no he oído nunca a aficionados al sado o masosado, menos mal, pero sí a los tríos de varias especies. Van, por último, mujeres que insinúan o hablan a las claras de automasturbarse, a mano o con consoladores.

Paso a paso, presume de que va aprendiendo el que es conservador, clásico, en esto del amor y el sexo. Y, como tal, no sabe, o no sabía antes de Firts dates más que de lo de hombre-mujer y, excepcionalmente, de infrecuentes apetencias homosexuales, tildadas siempre de anómalas; y, desde luego, como pura teoría, porque seguro que no había visto nunca, hasta el programa que comento y algunas películas más o menos recientes, a dos hombres besarse, por ejemplo. Avanza este espectador, chapado a la antigua, a zancadas en la materia socioerótica.

 Aunque, si se parara a pensar después de un tiempo, si llevara a cabo un severo ejercicio de reflexión, se daría cuenta de que lo más importante de su proceso educativo proviene de más allá del acceso a una infinita multiplicidad de formas, técnicas, experiencias, métodos, caminos, rutinas, etc., a cual más imaginativo, relacionados tan solo aparentemente con el enamoramiento y el amor. 

No es amor de lo que se trata, no es amor lo que persiguen y ofrecen hombres y mujeres en el falso restaurante, donde componen a diario una amena y entretenida perfomance. Es, simple y llanamente, el intento de conseguir a un/a semejante de «buen ver y mejor tentar» (en frase de un buen amigo)  con el/la que, si no se interpone durante la comida ningún obstáculo o incompatibilidad, disfrutar de un rico y saciante «ayuntamiento» (tomo el vocablo del Arcipreste) inmediato, todo lo más al día siguiente. ¡Es tan evidente, llegados a este punto, lo subliminal de las infinitas escenas, gestos, palabras, piropos, diálogos, calentones…, enseñados (nunca mejor dicho) en la pantalla cada noche! Más aún, se advierte con tanta claridad, si se fija uno bien, que no es ni siquiera una pareja lo que aspiran a conseguir los participantes, pues no está en la mente de la mayoría emparejarse, sino únicamente aparearse, que es algo muy diferente. En la atmósfera, en el trasfondo late un erotismo barato, un ligue exprés (que no llega ni a flirteo), un «a ver a quien pillo y luego mato»… Cosas así, que son también los temas esenciales de adoctrinamiento de inocentes e incautos, para que, nombrados los comportamientos como «formas de amar», vayan modificando, «enriqueciendo», la mentalidad, el concepto de amor y enamoramiento de la población, de hecho bastante motivada y... aplicada.




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