La incoherencia es un rasgo de la condición humana, si no un
requisito, un recurso de supervivencia. La contradicción, la faz cambiante, la
convivencia en la misma mente de principios e ideas generadores de conductas
opuestas, los impulsos encontrados…
Hace unos años se celebró la designación -no sé si es esta la palabra apropiada- del Cristo de la Salud y de las Aguas como
Patrón de Antequera, la ciudad donde vivo. Con tal ocasión, el alcalde, socialista,
publicó un bando en el que informaba a los ciudadanos del hecho y los animaba
vivamente a que acudieran al acto, que tendría lugar en la iglesia tal, el día
tal. Me chocó tal iniciativa, teniendo en cuenta no solo la aconfesionalidad
del PSOE, sino la… distancia, el… poco apego
-llamemos así a su actitud- que
se cuida en mostrar respecto a la Iglesia Católica y que no ha cesado a día de
hoy, según es notorio. A los pocos días del bando, me encontré por la calle con
un militante socialista, amigo mío, al que yo creía fuertemente enemistado -denominemos así su posición- con la cúpula local del partido. Vi en ello
oportunidad para manifestarle sin traba mi extrañeza y, de camino, echar leña
al fuego, chinchar cariñosamente y tirarle de la lengua. Pero, cuál fue mi sorpresa:
no solo no anduvo por donde yo esperaba, y aun deseaba, sino que respaldó el
bando y defendió a su conmilitón: “La gente… ¿qué es lo que quiere? Eso, ¿no?
Cristos, procesiones… Pues se le da y ya está”. Así lo respaldó. O sea, pragmatismo total,
utilitarismo político puro. Y contradicción flagrante. Tan evidente como cuando
llegaba la Semana Santa y el concejal socialista de guardia figuraba en la
presidencia -no sé si se llama
así- del cortejo procesional; o como
cuando por Navidad se montaba un “Belén Municipal”. (Ahora también acompañan
ediles a los pasos y edifican belenes, pero el consistorio es del PP.)
http://es.wikipedia.org/wiki/Belenismo |
A mi amigo sociata le perdoné la incongruencia, el hacer
compatibles ateísmo -¿o debería decir
anticlericalismo?- declarado y apoyo y
aliento a la fe popular (no me agradó mucho, sin embargo, ese tic, tan propio
de los de su gremio, de contentar al pueblo, que/para que/porque los vota). Lo
absolví por ser yo de los que piensan
como he expuesto en la cabecera de este escrito. Creo que, en muchas ocasiones,
la realidad se impone, hay que vivir y la vida no va en sentido rectilíneo
siempre, sino que zigzaguea, retrocede, volvemos a gobernarla y se recupera la
senda, luego se nos escapa de nuestro ideario otra vez, etc. En el caso
concreto de la religión, no sé si se puede esperar que los españoles rompamos de
un día para otro con una tradición, unas costumbres, una inercia que tiñe de
catolicismo algunos de nuestros comportamientos y modos de ver y vivir las
cosas más afianzados. Se necesita mucho tiempo, un período de transición largo,
para pasar de la fe al descreimiento, tanto en el plano individual como
colectivo e incluso institucional; una fase, presidida por la comprensión, la tolerancia,
en la que convivan lo negro y lo blanco, el agua y el aceite, el sí y el no…,
al menos en asuntos cotidianos. Por ejemplo, si yo fuera director de una
escuela, no se me ocurriría quitar los crucifijos de las aulas, al menos de
momento. A no ser que, como han pretendido algunos, lo que quisiera fuera
provocar. Soportaría y sería condescendiente con la presencia, si se quiere
sentimental, de la imagen en unos colegios oficialmente laicos.
Perdono estas incoherencias porque me parece que son, como
digo, consecuencia de nuestro ser, tan imperfecto, tan mixto de cerebro y
corazón, tan riguroso unas veces como asistemático otras. Se comprenderá que prevenga
yo del daño que nos puede hacer, a veces, a las personas un exceso de
coherencia.
Naturalmente, hay manifestaciones y actuaciones que no pertenecen a este territorio del que hablo,
sino al de la sucia mentira, la falsedad, el disfraz, la triquiñuela y el
engaño malintencionados, interesados, que tan queridos son por la clase
política, entre otras. Son algo muy distinto y hasta ellos no llega mi capacidad
de indulto.