jueves, 30 de junio de 2011

VERANEO

               Si yo fuera Rato, seguidor, lector y comentarista de este humilde blog, y amigo virtual (no sé si también virtuoso), diría que mi veraneo, finiquitado ayer, ha constituido un breve período lleno de innúmeras satisfacciones y alegrías. Pero, para no pasarme y que parezca que he estado como Curro en el Caribe o más para allá, destacaría tres gozos como tres soles, solo tres, pues ellos, más que otros, han compensado el desembolso económico, el trasiego de valijas, ese en el que siempre pierdes alguna cosicosa, la ropa al retortero...
Playa junto al hotel "Playabonita" (Foto del autor)
               El primer alegrón se despertó en mí muy al principio y fue creciendo con las horas en la playa, horas muertas, en las que te dedicas a mirar y remirar, con la vista  -únicamente en apariencia-  perdida. Desde que, no con total complacencia, pertenezco al clan de “La Curva de la Felicidad”, suelo fijarme en mis correligionarios y compararme cuantitativamente con ellos o viceversa. Pues bien, estos días he podido comprobar con extremada complacencia, no advertir, sino comprobar, que muchos, muchísimos de los sesentones obesos próximos a mí, semidesnudos, portaban abdomen más dilatado, más generoso y más temblón que el mío. Me he percatado de que no hubiera sido tarea complicada elegir quince o veinte barrigas más amplias, más impúdicas, en la playita común. Así, al segundo día, dejé yo de estar acomplejado y he sacado desde entonces diariamente al sol la mía, no pequeña, aunque algo más retraída que bastantes bombos de mi entorno. Eso, compréndanme, es una emoción poco menos que prima hermana de la felicidad absoluta. No solamente porque te ves esbelto, airoso, juncal…, al menos comparativamente, sino sobre todo porque te puedes lanzar al cerveceo sin el más mínimo resquemor ni sentimiento de pecado. Tienes margen, holgura… ¡No soy como esos pobres desgraciados, piensas, cuyo bañador es la funda de un globo! ¡Cuyo perímetro es el del tapón de una alberca! Ay, mi querida y diminuta tripa.
               El segundo regocijo ha venido producido por el recuento de niños que pululaban alrededor de sus agobiados padres y abuelos en mis proximidades. He recordado lo que es pasar unas vacaciones pendiente de tus queridísimos hijos, sobre todo en los momentos en que te increpan con crueldad y exigencia: “Papá, me aburro”, “Papá, vamos a jugar a las paletas”, “Papá…”, mientras el resto del género humano se distribuye por las terrazas de paseos marítimos y pide sofisticados cócteles o sencillos, pero exquisitos, helados. Mi prole veraniega es ahora mismo “cero”, señores, “ce-ro”. Lo mismo que mis ataduras, mis obligaciones, mis agobios… procedentes de ese cariño con que uno renuncia a todo y malgasta todo el tiempo del mundo en el cuidado de sus pequeños herederos (“Menos mal que lo único que poseo, diría el padre vengativo, son trampas, jeje, y no recibirán otra cosa estos malditos cuando yo me acabe”). Nunca he estado más alegre de ir de veraneo sin “la alegría de la vida” que ahora, cuando ellos han ido a regalar sus gracias a otros y otras, en cualquier otra parte. ¡Nadie que no la haya sentido sabe a qué sabe esta paz, esta bendita soledad!             
               Por último, un pequeño y gran placer. El agua de la playa ha estado todos los días más bien fresquita, como vengándose del calor y/o del bochorno que ha hecho en tierra. En tales circunstancias, sin pensarlo, se zambulle uno y todo el sufrimiento acaba. El cuerpo se nota inundado por una caricia de blando frescor y se respira hondo, lleno de agradecimiento. Pero fijaos: hay una parte del cuerpo especialmente sensible al frescor húmedo, tanto que, si solo en ella se notara la agradabilísima sensación, ya se daría el hombre por pagado: es la cabeza. Pero no cualquier cabeza, sino el cráneo mondo y lirondo del calvo. Como el mío, por ejemplo. Y aseguro que el paso del ardor a la frescura en la olla es algo que resulta absolutamente impagable. ¡Qué gusto, Señor, qué gusto!

                Muy buen veraneo el mío, amigos, amigo Rato, ideal. Tal como os he contado, no he echado nada en falta. Por eso, termino diciendo, o sea, cantando como aquellos Aute/Massiel de mi adolescencia: “Estas son las cosas que me hacen olvidar / este mundo absurdo… ¡aleluya, aleluya!”.


15 comentarios:

  1. Ja, ja, ja... Me has hecho sonreír mientras iba leyendo tu relato desmitificador de los cuerpos danone y la reinvindicación de la barriguita, los loores y placeres de la paternidad y, por fin, de esas melenas que no tienen nada que hacer comparándose con nuestra calvicie. Un ejercicio sano y saludable de sentido del humor. Tal vez sea todo como lo cuentas, y yo todavía tenga pudor en mostrar la mía, que considero antiestética y este año no tengo ganas de ir a la playa ni a la piscina. Y sí es cierto que el frescor del agua cuando se aleja uno de la orilla y da unas brazadas, y se deja flotar ingrávido bajo el sol, es delicioso. No me gusta la playa pero reconozco cierta esta sensación agradabilísima. Quizás este año vayamos a un camping de los Pirineos con dos hijas adolescentes, así que no imagino que me envidies en absoluto. Procuraremos sobrellevarlas con todo el cariño del mundo. Para ponerlas firmes está su madre que los tiene mejor puestos que yo. Un cordial saludo.

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  2. No hay nada como un sentido hedonista de la vida para ser feliz y de eso modo asegurar la longevidad. Mirar alrededor y percatarse de que la situación de uno es más placentera que la del vecino proporciona una autoestima que ayuda a sobrellevar los sinsabores que también existen. Los tres aspectos que señalas, amigo mío, son representativos de las tres percepciones que más satisfacción aportan: el sentirse más en forma que el resto; la sensación de libertad y de derecho al silencio cuando se desea; el disfrute de la naturaleza para apreciarla en lo que más nos reconforta. Menudo veraneo. Breve, pero feliz. Fugaz, pero placentero. Cualquiera se pone a discutir contigo con pilas tan recargadas.

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  3. Pues celebro que hayas visto timbas prominentes en el prójimo, que no tengas que aguantar críos en la playa y que el agua esté como a ti te gusta. Supongo que no te has quemado. ¡Enhorabuena, amigo!
    Un abrazo

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  4. ¡A la mierda la barriguilla cervecera...jeje!
    Solo se vive una vez!
    La foto preciosa.

    Salu2

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  5. Gracias por vuestra visita, amigos. Los que estéis ya en el paraíso veraneante y los que no. Os debo un detalle hiperrealista, que no incluí en mi descripción: a un kilómetro y pico de mi playa, hay un paraje nudista. Creo. Lo oí decir a otros. Salud(os).

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  6. ¡¡¡Urgente!!!
    Organiza curso, encuentro, simposio, cónclave, seminario,conferencia, grupo de trabajo, reunión, asamblea...o lo que sea, para que nos enseñes a vivir bien de una vez por todas.
    De nuevo me tendré que atiborrar de pastillas amarillas para la envidia.
    Acabo de prender fuego a las bicicletas, las zapatillas de correr, las mochilas, la alfombrilla de ejercicio, las mancuernas, los tensores, la elíptica y hasta la máquina vibradora.
    He salido a la calle y en el primer bar he consumido mil y una birra.
    ¿Voy por buen camino?.

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  7. Jajaja, amigo Urpiales, ¡cómo animas al personal, a poco que te demos pie! Mira, yo solo soy una especie de carcamal alpargatón, más o menos conforme con lo que cada día le da la vida. Casi como todos y todas, ¿no?. Salud(os).

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  8. Bienvenido de nuevo e imagino que desestresado.
    En cualquier caso espero que con fuerzas renovadas para deleitarnos y distraernos con tu prosa.

    Lo dicho... ¡Bienvenido!.

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  9. Muchas gracias, Antonio. Bienhallado.

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  10. No hay como la tranquilidad de no tener nada pendiente. Disfrute de su barriga señor!

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  11. Gracias, así lo haré, amigo Soyun (¿Tendré pronto un nuevo post tuyo que leer ?) Salud(os).

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  12. Si yo fuera Jaramos, tendría una barriguita, muy sexy e irresistible, de la que todas las féminas se que quedaran prendadas. Como no podría complacerlas a todas, realizaría un sorteo en la que la vencedora tendría el enorme placer de embadurnarme...umm!!!, suavemente... muy despacito, una cremita contra el sol, por todo mi único y preciado michelín y luego al caer la noche le pediría prestado a Rato ese pijamita mágico para poder compartir sus secretos con alguna joven que quisiera tener una clase particular de anatomía.

    Un abrazo,

    Rato Raro

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  13. Como me río con vuestros comentarios y el siempre omnipresente pijamita de Rato.

    ¡Me alegro de que hayas disfrutado por completo de esas vacaciones! Un abrazo Jaramos.

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  14. Gracias por este blog tiene una tema muy buena me gusta mucho leerle excursiones en estambul

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