viernes, 13 de mayo de 2011

PRIMERA Y ÚLTIMA COMUNIÓN

          Se cumple estos días el rito anual de las primeras comuniones. Miles de niños españoles culminan una etapa de enseñanza “reglada” de la catequesis y acceden al sacramento de la Eucaristía: participan en la celebración de la misa y toman su primera comunión. Ahora no ocurre esto antes de los 9 años, cuando los chavales estudian Cuarto de Primaria. Un servidor la hizo a los 8, un año después que sus condiscípulos, sin que aún haya averiguado por qué.

          Al parecer, los infantes adquieren supuestamente una cierta madurez a esa edad, entre los 7 y los 9 años (antes llamada “uso de razón”), que les permite tener conciencia de lo que hacen y juicio para evaluarlo. De ahí que se les abra el acceso al escalón donde están los católicos adultos y puedan ser ya sujetos de todos los sacramentos. 

          Puede decirse que han cubierto la etapa de iniciación y han llegado a la meta que al final de ella se sitúa. Pero, como suele decirse, lo importante no es llegar, sino mantenerse. El cantante de un solo éxito, el futbolista de un solo partido, el pintor de un solo cuadro, el escritor de un solo libro, el cocinero de un solo postre… ni son cantante ni futbolista ni pintor ni escritor ni cocinero… ni nada. Canta, juega, pinta, escribe, cocina… por primera y última vez. Llega a ser conocido y reconocido, pero no continúa, desaparece, muere. Muchos niños y niñas, más de los que creemos, reciben estos días su primera y última comunión. Todos conocemos a unos cuantos, seguro. Son niños de una sola comunión, pequeños católicos que después de la primera caricia divina, vuelven para siempre la espalda… Llegan, pero no se quedan, no se mantienen. No entro en el porqué de momento.
         
          Se me ocurre pensar que tanto la ceremonia religiosa como la alimenticia posterior muy bien podrían ser consideradas celebraciones del final, no del principio, como parece. Se viste de largo y de blanco a los chiquitos y nenas para que brillen en la fiesta tal vez de su conclusión eucarística, de su liquidación religiosa; es una ceremonia fúnebre, no de iniciación. Ya no habrá más primeras comuniones, se vive un día irrepetible… En realidad, no habrá ya más comuniones, es la postrera.
         
          No sé si la Iglesia considera el dato de los niños primicomulgantes para sus recuentos de la grey católica en los países, en el mundo. Si es así, tal vez debería anteponer a muchos nombres infantiles el guión que resta, no la cruz que suma. 

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