domingo, 20 de marzo de 2011

GUERRAS Y... GUERRAS

          Si mantienen aún la conciencia y el amor propio, muchos de los que en su día se manifestaron públicamente, de buena fe, al grito de “¡No a la guerra!”, sentirán ahora que los impulsores de aquel movimiento se están hoy   -y se estaban ya entonces-  pitorreando de ellos. 

          Porque las cosas ya las vamos entendiendo. Apelo a la gramática: “la guerra” es una expresión con dos significados: “la guerra en general” y “esta guerra en particular”. El primero es el lema de los auténticamente pacifistas, el segundo lo vociferan quienes no están a favor de un conflicto armado concreto y podrían, en cambio, apoyar o no rechazar otros.
        
          A muchos de los verdaderos antimilitaristas les han mentido como a niños, a aquellos que creían secundar a una organización que retiraría a todas las tropas de todos sitios, como quien limpia de trastos la cochera, y no se metería en más riñas bélicas; que iban poco menos que a quitar de en medio al ejército y a vender en el Rastro las armas, con sus claveles en las bocachas, y los uniformes. Deben de sentirse engañados, traicionados. Lo han sido, y con descaro. Las imágenes lo atestiguan: si ayer el símbolo de la maldad más diabólica, de la violencia más voraz, de la falta más absoluta de respeto hacia los derechos humanos… fue una foto, hoy otra foto demuestra esas actitudes, pero  mucho más intensamente, pues en aquella sólo se simbolizaba el apoyo y en esta, la participación.


          Según ha dicho quien nos gobierna, las cosas se ven de otra manera cuando se llega al poder. ¡Y tanto! Podía haber puesto en palabras aquellos días lo que su conducta exhibe en el de hoy: “No a la guerra de otros. Sí a la mía, a la nuestra”.  Porque ese, y no otro, ahora lo sabemos, era el verdadero sentido de las pancartas. Pero, ¿hubieran apoyado tal confesión, más sincera, quienes reniegan del uso de las armas en cualquier sitio y circunstancia, de la sangre inútil, del asesinato bélico, entendido como legal y legítimo? Me refiero a los que gritan, o gritarían, en plural: “¡No a las guerras!”. Ay, a veces el número gramatical guarda tanta enjundia...

          Para salvar la cara, hay quien aduce que en el momento actual la ONU ha aprobado la intervención militar, aquella vez no. ¡Por favor! No me meto en la cuestión, bastante sutil para mi s romos conocimientos de derecho internacional, pero parece demostrado que, formalmente, tenía el respaldo. De todo modos, ¿qué es la ONU? ¿Nos ponemos a contar los miembros de la asamblea elegidos democráticamente, o sea, que no obran según su capricho y/o sus intereses personales como reyezuelos o déspotas que son? Más aún, ¿puede llamarse democrática, y por tanto con autoridad moral para decidir, una organización en cuyo seno existe el derecho al veto, es decir, eso-no-se-hace-porque-a-mí-no-me-sale-de-los-cojones?

          A ver si vamos aclarándonos todos y obramos en consecuencia. A algunos, aunque esconden el casco, se les ve el plumero.

5 comentarios:

  1. Yo creo que hay bastantes diferencias entre una intervención militar y la otra...
    De momento la actual no está basada en mentiras, y su fin es terminar una contienda bastante desigual (dictador versus pueblo).
    Entiendo tu post, pero creo que no sería justo mezclar ambas contiendas.

    Salu2

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  2. Toni, con todo mis respeto, ¡la guerra es la guerra!, lo diga Agamenón o su porquero. Y el petróleo de Iraq sirve lo mismo que el de Libia.

    Que yo sepa el Parlamento español aún no ha autorizado la intervención del "pacifista sincero".
    ¡ Hay que j......!
    Sdos

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  3. Toni, a mí no me gusta ninguna, NINGUNA, guerra. Por eso, entiendo que son todas iguales. Salud(os) y paz.

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  4. Si allí hubiese solo almendros o naranjos, ¿se montaría tal despliegue? Pregunto yo.
    Anónimo2

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