martes, 6 de enero de 2015

"AD HOMINEM" (I)



               Creo que fue Alfonso Guerra el político que estrenó en su juventud, con enorme éxito por cierto, la descalificación como recurso para oponerse a los adversarios, sobre todo en mítines e intervenciones mediáticas. El presidente Adolfo Suárez se convirtió muy a menudo en la diana de sus envenenados sarcasmos: "tahúr del Mississipi, con su chaleco y su reloj", "perfecto inculto procedente de las cloacas del franquismo..., regenta la Moncloa como una güisquería", "una bailarina de pasos contrarios", etc. El objetivo de la descalificación es desprestigiar a las personas y, como consecuencia, sus ideas, sus escritos, su discurso público, sus manifestaciones y comportamientos en general, para condenarlos y darles muerte. 


http://www.correodelorinoco.gob.ve/politica/lineas-estrategicas-psuv-seran-discutidas-todos-municipios-guarico/
               La política es uno de los terrenos donde esta forma de enfrentamiento más abunda. Técnicamente, se denomina argumento “ad hominem”. Desde aquellos primeros tiempos de la presente democracia y el actual parlamento, no ha cesado de emplearse. Incluso han aparecido formas nuevas, más complejas: así, la que se designa coloquialmente como el “ventilador” o el “y tú más”. En tal modalidad, ya no se trata de que “tú” estás manchado y “yo” no, sino de que “tú” tienes más suciedad que la que dices que tengo yo.
               Dentro de la retórica clásica, el argumento “ad hominem" se considera una falacia, es decir, una herramienta de refutación inservible, que no demuestra nada, por salirse de las leyes de la lógica. No debería, pues, utilizarse en el parlamento y la discusión política, por ejemplo, donde ha de reinar por encima de todo la racionalidad y la rectitud intelectual, sin trampa ni cartón. Por desgracia, no es así. 
               Todos los partidos y organizaciones políticas acuden a la descalificación una y otra vez, sobre todo cuando la confrontación se enciende, como sucede cuando están próximas las elecciones. 
               Hace muy poco tiempo, meses, ha surgido en España un nuevo grupo, Podemos, cuyos líderes causaron sensación y desconcertaron a la vez a muchos por sus discursos; también, por los resultados del partido en las últimas elecciones europeas. Lo más característico es que se define como un movimiento singular, diferente de todos los demás partidos, a los que encierra en un único conjunto, “la casta”. Se da por supuesto  -como tantas otras cosas en Podemos-  que las ideas, las acciones, las propuestas, las actitudes… propias son las buenas, la únicas buenas, frente a las de “la casta”, absolutamente repudiables.

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