jueves, 14 de abril de 2011

SILLAS VACÍAS

          De los 46 sillones que componen la Real Academia Española de la Lengua, están vacantes actualmente tres: el “Z”, que ocupó Francisco Ayala; el “e”, vacío desde la muerte de Miguel Delibes; el “n”, cuyo último sedente fue Valentín García Yebra.  Solo una de esas tres “sillas”, como también nombra sus plazas la docta institución, podrá ser cubierta en breve: la segunda mencionada. El aspirante es Juan Gil Fernández, catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla. El sitio “n” no se ha convocado todavía y el “Z” va a requerir una segunda convocatoria, después de que ninguno de los tres últimos pretendientes obtuviera el número de votos suficiente, que en segunda y tercera ronda fue tan solo de 17. 
          Me produce esta situación una cierta extrañeza. Primero, el “suspenso” a los tres candidatos al “Z”, es decir, la consideración de que su valía no alcanza para ejercer como académicos de la lengua, pese a haber sido presentados por académicos. De todos modos, ya me chocó que, de los tres personajes, únicamente uno, Andrés Amorós, fuera especialista en temas de lengua y literatura españolas; de los otros, uno es catedrático de Derecho Administrativo,  José Terceiro Lomba, y el tercero, Santiago Muñoz Machado, de Economía Aplicada. No dudo de la categoría y prestigio profesional de los dos últimos, aunque ambos los desconozco. Pero no estoy  seguro de que ese único bagaje sea el aval más adecuado, incluso para ser candidatos. La situación de Andrés Amorós es justamente la inversa, pues como investigador, como crítico, como docente, como responsable de proyectos teatrales, como animador de iniciativas varias…, su única materia de trabajo, su ocupación exclusiva, su vocación… no han sido otros que la lengua y sus realizaciones, especialmente literarias. Por eso no entiendo qué ocurre en la RAE, que no solo ha impedido el ingreso de Amorós, sino también el que ni siquiera lograra la votación más alta de los tres candidatos rechazados. 

          El que puede convertirse en el más novel académico, Juan Gil Fernández, dentro de la multiplicidad de dedicaciones que han llenado su variada labor, parece algo más cercano a los objetivos de la RAE por ser latinista. Sin embargo, ¿por qué un solo nombre? De otro lado, suelen destacarse (*), entre sus publicaciones, estos títulos, en los que no veo mencionados asuntos relacionados con el léxico, la gramática, la creación de textos en español, etc.:  Temas colombinos (1986), Mitos y utopías del descubrimiento(1989), La India y el Catay: Textos de la antigüedad clásica y del medievo occidental(1995) y Los conversos y la inquisición sevillana (2000).
          De lo dicho se deduce una cierta sensación de carestía, de falta de aspirantes con un perfil idóneo para afrontar las tareas que desarrolla la RAE, sobre todo estudiosos del castellano y de la literatura en dicha lengua, así como cultivadores de la misma, es decir, escritores, principalmente literarios, que son los que mejor conocen el instrumento, dentro del amplísimo y variado conjunto de quienes publican. Creo que no requiere explicación alguna, desde una lógica sencilla, quizás ingenua, como la mía, el que se prefiera para los sillones a un poeta o dramaturgo, antes que a un ingeniero o un médico, por muchos artículos y libros que tengan en revistas científicas y en anaqueles de librerías. El grado de reflexión lingüística y literaria, de profundización en la actividad comunicativa, muchas veces explícitas y publicadas, de aquellos no tiene, generalmente, ni punto de comparación con las de estos, que únicamente pueden aportar conocimientos terminológicos, limitados además a sus respectivos campos.
          Naturalmente, las decisiones y circunstancias de la Academia no tienen tanta trascendencia como otras más vitales, pongamos la economía o la política. Pero es un aspecto más de la vida de un país y de la cultura de sus habitantes, en la que se apoya y de la que depende su situación en otros muchos ámbitos. En otro artículo (**) he mencionado la incidencia en la educación de los productos de la RAE, muy lejana a la realidad de las aulas, donde se levantan los cimientos de la formación de los ciudadanos.
          No conozco la Academia por dentro. Pero no descarto que sucesos como el de los postulantes a académicos, las votaciones, etc., que, insisto, me han chocado, provengan del hecho de que las actuaciones de los intelectuales españoles se fundan, a menudo, en intereses personales o de grupo, no siempre tan puros y angelicales como se piensa.  Sinceramente, no creo que aquí ya no queden lingüistas y literatos de empaque, aptos para sentarse en los sillones alfabéticos.

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3 comentarios:

  1. ¿Puros y angelicales?
    Los intereses personales siempre se anteponen a los de la Sociedad.
    Nunca he creido en la imparcialidad y objetividad de mis semejantes.
    La ecuanimidad es una reliquia olvidada en la conciencia de los primeros homínidos...
    Para conseguir una silla codiciada...vale todo.

    Salu2

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  2. Desde que venden gramáticas a 120€, la docta casa lo que necesita es tener buenos negociantes que sepan colocar sus productos en el mercado. Lo demás es irrelevante.
    Saludos

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  3. Uff, Toni, Antorelo, ¡y yo que me creí que me había pasado de duro! Vaya panorama, ¿no? Salud(os).

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