jueves, 14 de enero de 2010

EDUCACIÓN BOTELLONA I

















Las fotos muestran escenas totalmente desconcertantes para mí, que, por mi edad, he presenciado ya algunas de este jaez. Los jóvenes participantes en las fiestas nocturnas al aire libre llamadas ahora “botellón” (seguramente porque giran en torno a la alcohólica vasija y principalmente se ocupan en el trinque del divino néctar) abandonan los despojos en el puro suelo, nunca en las papeleras o contenedores, sin duda abundantes en las zonas previstas al efecto.

Digo que me resultan desconcertantes porque no he llegado a entender el motivo de tal fenómeno. Primero, porque es general, se da en todas partes, en todos los pueblos y ciudades, como si de un efecto globalizador se tratase, fruto de un tácito e indecoroso acuerdo o pacto, o bien de algo así como un brote espontáneo. Segundo, porque no alcanzo a entender el motivo, pues hay mobiliario urbano donde depositar los desperdicios. No lo entiendo, repito. A no ser que estribe en “para qué hacer las cosas bien, pudiéndolas hacer mal”. Lo que implica una diabólica y pérfida condición, y no una manifestación de rebeldía adolescente, con la que muchas veces se intenta explicar y justificar tal incuria.

Pues esa falta de ciudadanía, que deberíamos llamar extremo desaseo, repugnante cochinada (¡hay que ver y oler lo que dejan al marcharse, residuos orgánicos/inorgánicos e incluso evacuaciones humanas!) no creo que constituyan ni símbolo ni bandera de sublevación alguna, ni arma ni instrumento de ataque contra la “sociedad” para limpiarla de repugnantes manchas éticas y comportamientos viciados. Toda revolución implica una higiene, una desinfección y eliminación profunda de normas, valores, hábitos, costumbres…, para sustituirlos por otros, supuestamente más pulcros y decorosos. Pero no creo que sea de este estilo la botellona sublevación, que se presenta, ante todo, con signos de evidente desaseo. Y poco activa, poco enérgica, poco agresiva para ser (si lo fuera) una guerra. Más bien parece consistir en no hacer, como una especie de huelga de brazos caídos. O sea, inundada de apatía, frialdad, indiferencia, cuando no complicidad, en relación con las supuestas enfermedades sociales y morales de nuestro tiempo.
Brazos caídos, digo, o sea, flojera, descuido, abandono, indiferencia…, cuyo efecto más inmediato y visible es que todo se caiga al asfalto, adoquín o albero, para nunca jamás recogerlo (después vendrá papi/mami Ayuntamiento a barrer y fregar, mientras los nenes/as duermen la mona). El otro efecto, menos ostensible pero no menos real y grave, es el total pasotismo y la conciencia laxa, en el botellón y en el resto de la vida, para los que no hay delito en dejar hecha una corraleta la vía pública... ni en casi nada.

Dicho con otras palabras: el niño o niña que no va a tirar la bolsita ni la botellita ni el vasito ni los gusanitos sobrantes ni nada a la papelera o al contenedor, lejos está de ejercer el compromiso con unos principios encaminados a derrumbar este ajado y corrompido mundo, para construir otro nuevo, más justo, más auténtico, más libre... (y todo el blablabla del discurso contestatario). No, qué va. No es rebeldía juvenil; es, sencillamente, mala educación. Ma-la e-du-ca-ción.




Y lo dejo aquí para invitar a la reflexión a los lectores, con la promesa de continuar en una entrada posterior. En ella expondré algunas ideas mías (y de muchos, espero) acerca de la mala educación.

2 comentarios:

  1. es un síntoma más del deterioro del cuidado de lo público por parte de todos

    lo público como es de todos al final no es de nadie

    no es un problema ni de consumo de alcohol ni de los jóvenes, sino de la sociedad, de toda la sociedad en su conjunto, pues las caravanas en hora punta (y también en otras horas) en los centros urbanos de nuestras ciudades, con más y más tráfico rodado, metiendo ruido y humo incurren en el mismo acto de incivismo y de desprecio de lo público desde mi punto de vista

    un saludo

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  2. Totalmente en sintonía con tu artículo, añadiría la falta de imaginación por parte de padres,profesores y políticos sobre como atajar la desidia de la juventud de botellón...
    Una generación cómoda e instalada en el consumismo.
    Salu2

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