lunes, 8 de noviembre de 2010

CHAVEA MARC

               El hecho de que un chiquillo con 17 años sea desde ayer campeón del mundo no deja de ser algo sorprendente. Pero mucho más, si esa competición, de motos de 125 cc., no es para adolescentes, como en fútbol el torneo “Sub 18” o las ligas “cadete”, “juvenil”, etc. Aquí, el triunfador es un muchacho, convertido oficialmente en el mejor entre conductores adultos, aunque todavía es un niño. Ha dejado atrás a todos los demás, muchos de los cuales llevan años intentando el primer puesto. Por eso sobresale aún más, es doblemente campeón. Un niño prodigio. Corre más que nadie, pese a su edad. Lo hace mejor que todos los demás, que por madurez, preparación y experiencia, deberían haberlo dejado en la cuneta. La admiración concitada, así, es extraordinaria.

               Por ser menor, la decisión de dedicarse profesionalmente a un “deporte” (*) como este de las carreras de motos no la habrá tomado él, sino sus padres. Supongo que, no sólo para entrenar, sino incluso para participar en tal o cual carrera necesitará un documento aprobatorio paterno. El riesgo, pues, lo asumen los progenitores, aunque las consecuencias recaen sobre el hijo.

               Sinceramente, no quisiera yo estar en el papel del padre del artista. Me obligaría a soportar una enorme presión moral y psicológica, incluida la proveniente de la indiscutible capacidad del joven motorista y su vocación y sus aspiraciones. En caso de negarme, me quedaría el temor de haber abortado un espléndido futuro. Pero también, por algo más.




               De momento, todo les va saliendo de perlas a los Márquez. No obstante, piénsese lo que comporta la vida de una estrella. Antes de ganar el campeonato, la existencia de Marc debería ser ya muy distinta a la de los demás chiquillos. A partir de ahora, lo será mucho más. Bastantes de sus coetáneos, de sus amigos, tal vez ni hayan acabado la ESO y, si han triunfado en algo, no creo que haya pasado o pase de la liga “junior” regional, de la carrera del “Día de la Bici” y cosas así; la mayoría no manejará otra máquina que la “Play” o la “Wii-Nintendo”. Frente a ellos, a los que no se les impone meta obligatoria alguna, más que aprobar el curso, no hacer el gamberro, venir a su hora por la noche, etc., a un campeón como Marc le cae sobre sus aún tiernos hombros un gran peso, una enorme responsabilidad. Tendrá que mantener el nivel actual y superarse hasta el límite, pues su escudería y los sponsors querrán seguir recibiendo beneficios. Tendrá que asimilar el rol de número 1, lo que supondrá una amplia reconfiguración mental, pues nadie, ni siquiera él, ha nacido sabiendo vivir por encima del resto de los mortales, con el peligro de caerse y dar el costalazo o de subirse a las nubes y perder el sentido de la realidad: el que es adorado, tiende a creerse un dios. Tendrá que protegerse de todos y todas los que se acerquen a él con intención de aprovecharse, de sacarle hasta el tuétano; de los aduladores, de los falsos amigos, de los que lo inviten a escapar de toda forma de vivir “vulgar”, es decir, normal, humana, y por tanto asequible, soportable, etc. Tendrá, en fin, que hacer lo imposible por mantenerse a salvo en un medio tan poco propicio, tan opresivo.

               Mucha responsabilidad, como digo, para un muchacho con tan poco hervor. Hace unos años, supe que el hijo de un compañero, un chaval de no más de 13 o 14 años, andaba ya por una Escuela de Alto Rendimiento de Tenis, en el norte de España. Me hablaba el padre de las condiciones de vida, enteramente consagrada al entrenamiento y la preparación, excluidas todas las demás facetas (hasta los estudios ¡obligatorios!). Y yo deduje que eran tan duras, tan lejanas a las de un chico corriente y moliente (la “forja del héroe”), que no pude menos de escandalizarme. Tanta renuncia, tanto sacrificio, tanto esfuerzo..., sobrevenidos al niño y, por supuesto, a los padres…, ¿no significan una excesiva, y arriesgada, inversión en calidad de vida y en capital formativo, durante unos años tan cruciales? Los padres debían acudir, incluso, a pedir dinero a familiares para mantener la formación tenística del que soñaban, me imagino, sería pronto un supercampeón. Algún tiempo después, me enteré de que el aspirante a la gloria sufrió un revés físico y todo el castillo se derrumbó, se apagó definitivamente el deslumbrante futuro. Y, lo peor, sin la posibilidad de recuperar el pasado.

               Ojalá no suceda nada malo a Marc. Lo deseo de todo corazón. No obstante, si yo hubiera tenido un hijo o una hija con tantas cualidades en algún campo como para poder convertirse en niño o niña prodigio, seguramente les hubiera cerrado esa puerta sin dudarlo mucho. Pocos críos estrella, en distintos ámbitos del deporte o del arte, han llegado a adultos en aceptables condiciones, como era de esperar.

               No se entienda que me opongo a que los jóvenes practiquen el deporte o se entreguen al arte que más les gustan y para los que están especialmente dotados. En absoluto. Lo que trato de decir es que lo hagan de manera que no los absorban tanto, que terminen por anular el resto de facetas que componen la persona y casi rompan, por tanto, a la propia persona. Dicho de otro modo, no creo que merezca la pena sacrificar la infancia y la juventud en aras de buscar un título, cuyo logro tampoco está así asegurado. En la prensa figuran breves biografías de Marc Márquez. Su padre le compró la primera moto a los 4 años, por cierto. Él es muy aficionado a esta especialidad. Muchas veces, caemos los padres en la tentación de encauzar a nuestros hijos hacia la obtención de aquello que en nuestro tiempo no pudimos nosotros.

               Las reflexiones que modestamente he expuesto tal vez contribuyan a distanciarse un poco del tono ingenuamente jubiloso y laudatorio, con que se narra el corto, pero intenso y riguroso, currículum del jovencísimo motorista. “Que así sea”, termino, en estos días papales.
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(*)  Pongo entre comillas la palabra por el simple hecho de que, como expuse en un post anterior, no considero que sean deporte las carreras de motos o de coches.


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6 comentarios:

  1. Se trata de hacerse millonario pronto, y después hacer lo que cada cual crea oportuno.
    Si lo piensas, es mejor así. Normalmente no tenemos problemas económicos cuando el cuerpo si los tiene...
    Ya tendrá tiempo de cultivar el cerebro si él lo quiere así....

    Salu2 amigo!

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  2. Estoy completamente de acuerdo contigo Jaramos. No merece la pena disfrutar de un triunfo a cambio de perder la etapa más mágica de la vida.

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  3. Si el fracaso es difícil de convivir, con el triunfo no lo es menos. Es un riesgo que hay que correr, el fracaso no solo puede sobrevenir por motivos físicos, sino también por psíquicos: los peores.
    Interesante tu reflexión.
    Un abrazo

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  4. Estoy de acuerdo contigo José Antonio, pero como el propio Marc ha dicho tantas veces, es su sueño. Es a lo que él aspira, aunque tenga que dejar otras cosas de lado.

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  5. Toni, lo que se pierde es la capacidad de ser un adulto en condiciones. Si no lo consigues, ¿de qué te sirve el dinero? Podíamos recordar casos concretos, como el chaval de "Solo en casa", el de "El sexto sentido", "Joselito", etc., etc.

    Hanna, que sea la ilusión de su vida no quiere decir nada. Conocí a un paisano que a los 18 ó 19 años lo que más deseaba era ser como su hermano mayor, el cual "habitaba" en el Penal de Santa María.

    Rato, Antorelo, estoy más próximo, en este asunto, a lo que decís vosotros. Y me quedo con esta frase, que resume bastante bien lo que pienso: "Si con el fracaso es difícil convivir, con el triunfo no lo es menos". Yo añadiría: sobre todo si uno u otro ocurren en la infancia o en la adolescencia.

    Gracias a todos los que han entrado a leer (e incluso a echar un vistazo) y más gracias a los que habéis escrito. Saludos.

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  6. Un niño de sexto de primaria. Yo le daba Educación Fisica y ya tenía problemas de crecimiento. Estaba muy coordinado pero le faltaban capacidades físicas.
    El padre se empeñaba en la escuela municipal de fútbol. Su maestra se empeñaba en que trabajara algo en clase.
    El padre reaccionó, ante lo que él entendía perjudicial para su hijo, porque le restaba energías para su fútbol, de la siguiente manera:
    "Señorita, no se esfuerce mucho con este niño, lo están siguiendo los ojeadores del Barça".
    Naturalmente hoy ya un adolescente, no juega en ningún equipo y su rendimiento escolar deberá seguir siendo malo.

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