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En más de un sentido, uno puede “ser bueno” o ”ser malo”, o bien “estar bueno” o “estar malo”. Todos los hispanohablantes conocemos la diferencia entre “ser” y “estar” en tales contextos. En cambio, los extranjeros tan solo asimilan la oposición (‘estado permanente’ – ‘estado circunstancial o pasajero’) después de mucho tiempo en contacto con nuestra lengua. Hoy voy a hablar aquí de esos dos adjetivos, “bueno” y “malo”. Pero no, ¡líbreme Dios!, de su valor moral, ni siquiera de sus respectivos sentidos apreciativos generales, que aluden a la calidad de algo. No me atreveré a tanto, zambullidos como estamos, y cada vez más, en un radical relativismo (¿es legal esta paradoja?), donde casi todo “es así, si así me parece” (o “me interesa”). Me ceñiré, por eso, a la pura semántica y no daré el paso del diccionario a la realidad. Hoy, al menos, no.
Con “estar”, ambos adjetivos aluden a la salud o al grado de excelencia de un objeto, material o no: “Manolo está ya bueno”, “El cocido estaba muy malo”. En el caso de “bueno”, también se relaciona con la apariencia o el atractivo físico, expresado casi siempre en grado superlativo: “Mi vecina está buenísima” (*). En cuanto a “ser”, con su compañía ambos adjetivos se refieren al carácter o al comportamiento y también a ciertos rasgos connaturales o congénitos: “Sí, Sofía, tú sí eres una buena chica”, “Mis hijos son malos en el colegio”, “No soy bueno para mandar”, “El exceso de vino es malo para el hígado”.
Al parecer, la bondad distingue algunos matices más que la maldad. Además de “bueno”, se puede ser “buenecito”, si está uno hablando de un niño, o bien de un adulto que, para ganarse la confianza y rehacer su imagen, cambia de comportamiento y se hace el bueno, aparenta ser bueno, con lo cual el diminutivo adquiere un valor irónico: “Desde que discutimos, lleva una semana muy buenecito”. En cambio, no decimos “malito”, a no ser que lo apliquemos a un tierno infante, cuya perversidad queremos ponderar, aunque no pase de travesura. Por supuesto, el derivado es “malito”, no “malecito”.
A propósito de la salud, antes mencionada, para la que sirven tanto “malo" como “bueno”, se emplea “malucho” cuando algo flaquea sin ser nada serio, y no, sin embargo, “buenucho”. Y en relación con el talante personal, ampliable metafóricamente a los animales, existe “buenazo” o “bonachón”, sin paralelo derivativo en el ámbito contrario.
Cuando la bondad se aplica a un proceso o período, se habla de “bonanza” (económica, social, política, meteorológica, en el seno de la familia o de la empresa…). Como si de un tabú se tratara, no se ha creado la correspondiente “malanza” o algún otro similar.
Fijémonos ahora en las expresiones o frases hechas: “estar de buenas” / “estar de malas”, supongo que con la elipsis de “relaciones”; “a la buena de Dios”, tal vez con la ausencia de “voluntad”; “a las malas” (por ej., “A las malas, lo más que me pueden hacer es denunciarme”), aunque no se da “a las buenas”; “mala pata” no alterna con “buena pata”, sí en cambio “mala vela” con “buena vela”. Un poco diferente, por su valor sintáctico y comunicativo, es ese “bueno” que se dice cuando en una conversación uno quiere mostrar impaciencia o iniciar la despedida, o bien ponderar algo (“¡Buenoooooo…!”), o incluso manifestar acuerdo con lo que otro acaba de decir o proponer, etc. En Andalucía, más que en otras regiones, es muy normal el empleo de “buena gente” como casi sinónimo del “bueno” alusivo al carácter o la conducta (“El alcalde es buena gente”). No se da el paralelo “mala gente”, aunque sí una formación proveniente de los términos “mal”+”ángel”, y es “malaje”, persona con poca gracia (“singracia”), poco encanto, que provoca rechazo...
En los últimos tiempos se ha creado, en el ámbito de la política, el vocablo “buenismo”. Me atrevo a definirlo como ‘actitud del que no ve o no quiere ver o hace como que no ve malicia en los demás y pretende solucionar absolutamente todos los conflictos por las buenas, mediante el diálogo u otro procedimiento similar’. Se usa, sobre todo, en esa parcela de la vida social donde ha nacido, y muy a menudo para calificar cierto ideal o inclinación, un pretendido “modus operandi” del presidente del gobierno. Consecuencias de tal visión buenista (si se me permite el neologismo correspondiente), excesivamente angelical para los oponentes, y ejemplos de ella son la llamada “alianza de civilizaciones” o la “salida dialogada de ETA”, entre otras. Entiendo yo que la persona “buenista” no tiene por qué ser una persona “buena” o, como siempre se ha dicho, una “buena persona”. Así como tampoco es igual “buenismo” que “bonhomía”. En cualquier caso, no ha venido al mundo aún el opuesto "malismo", aunque en la política siempre ha dado mucho juego la pareja "el bueno" - "el malo", incluso muchos de los que esto lean pueden estar imaginándose algunos pares recientes.
Nada más. Buenas tardes (eso es lo que se dice, pese a que hayan sido, sean o vayan a ser “malas tardes”, que no existe como expresión).
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(*) Cuando yo era pequeño, una expresión como esta no sonaba demasiado bien, fuera de ciertos ambientes social y culturalmente bajos. Ahora parece que se va extendiendo.
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¡Ahí queda eso!
ResponderEliminarNada que comentar amigo.
Una disertación trabajada y amena, a la vez que ácida.
Aunque has sido demasiado "bueno" con el presidente...jeje.
Salu2
¡Bueno!.
ResponderEliminarCómo puede escribir uno en un blogs, cuando hay gente como tú.
Lo tuyo es tan bueno que hace malo los demás.
Gracias, amigos. No sé si soy bueno o solo regular; malo, desde luego, no me veo. Quizás por eso no arremeto demasiado contra los que critico, aunque sea el Presidente. Tampoco creo que sea muy bueno escribiendo, Ardino: nada más me defiendo y me entretengo. Ahora bien, tened por seguro que cada día me gusta más salir con cara de buena persona en las fotos y vídeos. Y que nunca me gustaría ser el malo de la película. Jeje.
ResponderEliminarMe ha encantado lo que acabo de leer. Detesto la expresión "buena gente" como sinónimo de bueno. Me repatea cuando dicen "Pepito es muy buena gente".
ResponderEliminarEnhorabuena y espero otros artículos por el estilo. Mi felicitación.
Un saludo.
Anónimo2