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Después del Mundial de fútbol, y a propósito de él, muchos se han hecho preguntas acerca del enfervorizado seguimiento y apoyo a la selección española en España (también en otros países), que se ha traducido en manifestaciones masivas, caracterizadas por una amplitud, constancia e intensidad hasta ahora inusitadas. No pocos nos hemos visto sorprendidos por la multiplicación de banderas rojigualdas y prendas y objetos con los mismos colores. Muchedumbres y filas de balcones se han adornado durante días, hasta cuajarse, con el cromatismo patrio y han exaltado, pletóricos de entusiasmo, a “España”. Diríamos que algo ha ocurrido, tan fuerte, tan intenso, que ha arrastrado a millones de personas de toda condición, movilizándolas y llevándolas a actitudes y gestos de adhesión extrema, relacionados con “España”, exhibidos en el espacio público sin rubor ni disimulo.
Bastantes comentaristas se han planteado, a tal propósito, qué pasará después: si permanecerá algo de ese ardor, si supondrá esa manifestación pasional el inicio de una recuperación de los símbolos nacionales, si continuará el orgullo de quienes han coreado y/o aplaudido lo de “Yo soy español, español, español…”, si seguiremos sintiéndonos partes de un mismo todo, si será ese todo, como ha parecido estos días, la nación española, la patria común, vertebradora de cualesquiera diferencias… (véase el extraordinario artículo de mi colega, en este mundillo de los blogs, F. Manero: http://fernandomaneromg.blogspot.com/2010/07/normal-0-21-false-false-false.html).
Difícil adivinar respuesta. La cuestión clave es si, en un futuro más o menos inmediato, alguna otra causa común más trascendente que el fútbol se nos representará como objetivo realmente valioso y meta ilusionante, y logrará enardecernos y que peleemos todos a una, codo con codo, por alcanzarlo, sin regatear esfuerzo ni desfallecer un instante, un poco como hemos hecho en apoyo de la Selección y tras la copa.
Un factor que no ha merecido demasiada atención durante el Mundial es el de la propaganda. Los medios de comunicación orales y escritos “han calentado” a las masas con sabiduría y eficacia. De otra manera, no se concibe que millares de personas normalmente no aficionadas ni atentas al balompié hayan sufrido por la “Roja” como si en ello les fuera la vida, hayan vociferado por calles y plazas, hayan lucido prendas y maquillajes fuera de carnaval…, hayan adorado a jugadores de los que ni sus nombres sabían anteriormente, convertidos en becerro de oro, etc. La movida del Mundial no habría sido así si no hubiera obrado la insinuación publicitaria y la exhortación explícita en las televisiones, las radios y los periódicos. Creo que los profesionales de la propaganda, tanto comercial como, sobre todo, política (que trata de cambiar ideas y comportamientos, y no tanto la compra de productos), habrán tomado buena nota de los mecanismos puestos en marcha y de la respuesta del público. Hoy la política es casi toda propaganda (según nos ha enseñado y enseña cada día el partido gobernante, sobre todo) y no puede haberse desperdiciado semejante ocasión para aprender.
Teniendo esto también cuenta, es decir, el influjo determinante de la propaganda, vuelvo a la pregunta de antes: ¿servirá el Mundial para algo realmente importante, o sea, para caer en la cuenta de que todos los españoles somos españoles, que nos cobija una misma nación y nos cubre una misma bandera… y que, por lo tanto, los problemas de todos son de todos y hemos de unirnos, por tanto, en busca de su solución, etc., etc.? Sinceramente, tengo poca esperanza. La inercia marcada por los movimientos populares en torno a la Selección tal vez podría haber aprovechado si estuviésemos en otras circunstancias políticas, más próximos a unas elecciones generales, por ejemplo, donde la masa toma cuerpo, donde el colectivo ciudadano es apelado y se convierte en instigador de posibles cambios políticos, para remover o afianzar la situación existente. Pero no ha sido así, por razón de calendario electoral, que nuestro presidente se empecina en respetar. Por eso, la vida pública ha recobrado su languidez mortecina, con una mayor laxitud, si cabe, provocada por la canícula, y cada uno ha retornado a su particular hoyo, de donde sacó unos días la cabeza al oír el vocerío futbolero. La corriente supuestamente imparable del Mundial se ha amansado y otro nuevo acontecimiento, menos universal y brillante, como es el debate sobre el estado de la nación, ha hecho ver que siguen los particularismos, el absentismo de gran parte de la sociedad, que otra vez nos miramos el ombligo y pasamos olímpicamente.
Sospecho, así, que la “España” del Mundial era tan solo un equipo de fútbol, no un país. Entes, uno y otro, muy distintos, y muy diversamente amados también, aunque con idéntica bandera.
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La España del mundial salió a las calles tomadas habitualmente por los nacionalistas sin pudor...
ResponderEliminarTantos gritos reprimidos vieron la luz al amparo del "inocente" deporte.
Yo también aproveché para vaciar mi "ardor guerrero"..., hasta la próxima Eurocopa.
Salu2
Me siento antes gallego que español, de Vigo antes que gallego, del Calvario (mi barrio) antes que de Vigo, de mi casa antes que del Calvario.
ResponderEliminarPrefiero la bandera de mi casa, ¡Qué no tengo! (¿Por favor alguien puede ayudarme con el diseño?), que la de Vigo, Galicia o España.
Quiero independizarme pero los bancos no me dejan.
Cuando hablo creo que hablo un idioma distinto porque nadie me entiende, perdón corrijo solo IKEA me comprende...
Pero ni que decir tiene que soy un ferviente seguidor del pulpo Paul y de la selección española.
Un abrazo,
RATO
Estoy muy de acuerdo con tu artículo. Además, en mi opinión no puede olvidarse que el fútbol es un importante elemento vertebrador en la España actual. Por una parte, por fortuna y por el momento (toco madera), el fútbol es hoy el sucedáneo de la guerra en los enfrentamientos entre paises en el mundo occidental. Y en la guerra se fortalecen los sentimientos patrióticos de las naciones enfrentadas. Esto lo saben bien los dirigentes de las comunidades autónomas con aspiraciones independentistas, y de ahí su interés por disponer de selecciones "nacionales" propias. Al hilo de todo esto conviene no olvidar que los problemas de adhesión a nuestra bandera y a nuestro himno no proceden sólo de la actual configuración autonómica del Estado, sino que viene de más lejos, de la Guerra Civil, ya que eran la bandera y el himno de una de las partes.
ResponderEliminarPor otro lado (y en otro orden de cosas), el fútbol en cierta medida sirve de freno a los impulsos segregacionistas de ciertas comunidades: ningún catalán quiere una liga en la que el Barcelona tenga que enfrentarse, además de con el Catalunya (el actual Español, por supuesto) con el Reus o con el Olot.
Un abrazo y viva el Betis libre
Paco
Gracias a todos los visitantes, especialmente a Toni, Rato y Paco.
ResponderEliminarRato, te sugiero como estandarte doméstico alguna de las mantelerías del ajuar, que serán harto idiosincrasicas, o alguna sábana impoluta de puntas de festón con bodoquillos.
Paco, ¿lo que quieres decir en las dos primeras líneas de tu comentario es que nuestro país se articula actualmente en torno a un eje de discordia, de rivalidad, de pugna, de enfrentamiento...? Estoy de acuerdo. Aunque parezca una paradoja, no muy diferente por cierto a la que subyace a la palabra "encuentros" usada para mencionar partidos de fútbol. Gracias por tu sustancioso comentario y bienvenido a este modesto blog, que espero visites de vez en cuando.