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Por mor del Estatuto Catalán, salta con mucha frecuencia a los medios de comunicación el fenómeno del plurilingüismo español. Casi siempre, para polemizar sobre la situación y la consideración de la lengua catalana y otras en relación con el castellano. Pues bien, hoy me quiero referir a la región andaluza y su peculiaridad dialectal, de la que nadie parece echar cuentas, por eso de que aquí, como en la inmensa mayor parte de España, no hay enemigo al acecho de la lengua nacional.
Y me fijaré en un fenómeno muy concreto, aparentemente insignificante, tal vez porque pasa desapercibido para quienes no son andaluces. Sin embargo, su valor es tal, que divide a Andalucía en dos. Se trata de la existencia de un subsistema de vocales abiertas en la parte oriental, inexistente en la occidental. Esto quiere decir lo siguiente: en Granada o Almería, por ejemplo, distinguen el singular del plural de nombres, adjetivos, determinantes…, por la pronunciación abierta de la vocal final (“o”, “a”, “e”, no tanto la “u” y la “i”), mientras que en la zona occidental suenan igual el singular y el plural, o la segunda y la tercera persona del singular en los verbos. Así, tenemos que “armario” puede aludir a uno o muchos de estos enseres en Sevilla o Cádiz, mientras que en Granada o Jaén es solo uno, porque para hablar de más de uno se pronuncia la “o” final abierta. En el alfabeto fonético, las vocales abiertas se representan con una especie de cedilla suscrita; aquí utilizaré la mayúscula: “Este armario” – “EstO armariO”. Los andaluces occidentales introducen en construcciones como esa una suave aspiración (“Estoh armario”), recuerdo de la “s” perdida hace siglos, que contribuye sin duda a la distinción de significados.
Decía que, para un español no andaluz, la diferencia entre vocal cerrada y vocal abierta resulta prácticamente imposible de apreciar. Hace tiempo, mucho tiempo, coincidí como compañero de armas (la mili, no se piense otra cosa) con un jiennense, residente en Granada, y un vasco, apellidado “Rivas”. Un día, el andaluz le planteó al vasco la siguiente curiosidad: “¿Tú cómo te llamas, Riva o RivA?”. La respuesta fue la que menos esperaba el demandante (y yo, naturalmente, que también soy andaluz): “Pero…, si es lo mismo, ¿no?”. O sea, el tal Riva o Rivas solo captaba la ausencia de “s”, que era lo fonéticamente relevante para él, y no el matiz abierto o cerrado de la “a”, pese a que el de Jaén lo reprodujo a la perfección.
Como la “s” del plural en el castellano del norte y de Hispanoamérica, la apertura vocálica no es casi nunca imprescindible para la diferenciación de significados en el entorno de los enunciados reales. Por ejemplo, “de” (verbo o preposición) nunca será confundida con “des”, aunque no se pronuncie la “s” ni se modifique la vocal, porque cada palabra tiene contextos sintácticos propios y singulares: “Aunque te dé el traje de mi abuelo, no te voy a pedir que me des dinero por él”. Igual ocurre con “dio” y “Dios” (“dio” – “diÓ”), “amó” y “amor” (“amó” – “amÓ”), etc. Por tal motivo, puede que, con el tiempo, los hablantes consideren que es un despilfarro comunicativo, como la “s” (y otras consonantes) diferenciadora del número o la persona, y entre en vías de desaparición.
De momento, persiste y se defiende en el corazón de su territorio (Córdoba, Jaén, Granada y Almería) ; aunque en zonas limítrofes, como la provincia de Málaga, parece que empieza a dar síntomas de debilidad. Sobre todo si soporta otras presiones, de tipo social y cultural: en mi pueblo, malagueño y de vocales abiertas, se dice (o se decía, cuando éramos más iletrados) “catedrá” y no “catedrÁ”, como correspondería a la realización oriental del “catedral”. Encuentro la siguiente explicación: en las proximidades, sólo se conoce una catedral, que es la de Málaga capital, donde nosotros hemos conocido qué tipo de monumento es y, lo que más me importa aquí, hemos aprendido cómo se dice, “catedrá”, a la manera del Occidente andaluz, al que pertenece lingüísticamente la ciudad.
Aunque también se da el fenómeno contrario, que muestra el impulso de resistencia. Nosotros pronunciamos el nombre “Enrique” con la vocal final abierta, “EnriquE”, como si fuera plural, o algo así. Es más nítida la apertura cuando acudimos al diminutivo cariñoso: “EnriquitO”. Aparte de lo fonético, podíamos preguntarnos por qué es así este antropónimo en mi pueblo. No encuentro otra explicación mejor que su entronque con el patronímico derivado “Enriquez”, con la terminación típicamente castellana de tantos apellidos con idéntico origen: González, Pérez, Fernández”, etc.
Para un observador atento, Andalucía es un hermoso vergel dialectal multicolor, donde disfrutar de hechos y hábitos comunicativos singulares, en los cuales descubrir raíces del pasado y florestas del presente. Supongo que, más o menos, como cualquier otro pedazo de la Tierra que cuente con alguien deseoso de mirar.
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muy de acuerdo contigo y no solo incluso hay un movimiento oriental por dividir andalucia en 2 los granada,jaen y almeria por su lado
ResponderEliminarplataforma po andalucia oriental
Gracias por tu saludo. Mis felicitaciones a todo el pueblo español por el triunfo.
ResponderEliminarSaludos y buena semana.
Muy acertadas las observaciones que haces aunque, como bien dices, difíciles de distinguir para una persona que no sea andaluza.
ResponderEliminarConservo tu libro "Excursión fonético-andaluza en la comarca de Antequera", magnífico trabajo de investigación publicado en el año 1988.
Espero que este artículo sea el primero de la serie.
Un abrazo.
Anónimo2