lunes, 21 de agosto de 2023

MOGOLLÓN

 


Si afirmo que, como consecuencia de las elecciones del 23 de julio pasado, en el congreso español hay un «mogollón» de partidos, peco quizás de hiperbólico, de un poco exagerado, pero no de mentiroso. Sin contar al que lleva por nombre un verbo de significado acumulativo, como es Sumar, donde existe acopio de más de 15, están las 2 grandes formaciones, el mediano grupo de Vox y otros 5 partidos de reducido tamaño y viva aspiración independentista.

Esta circunstancia no tendría gran trascendencia si no desembocara en un peculiar reagrupamiento simbiótico a la hora de las decisiones. Ya se ha visto el pasado jueves, día 17, en el que los nacionalistas de derechas e izquierdas se pegaron como lapas succionadoras al PSOE, así como también el nuevo partido «de la adición», cuando se procedió a la elección del presidente de la cámara y de la llamada Mesa del Congreso. En el ala derecha fue menos espectacular la asociación, pues solo añadió dos votos de otros tantos partidos al PP. El único que careció de aditamentos fue Vox, que respaldó por su cuenta al candidato propio.

Parece que, durante la recién comenzada legislatura, unos veintitantos partidos llevará colgados el Partido Socialista, pidiendo ser sostenidos y alimentados de continuo por él, con consentimiento mutuo. No cesarán de pedir, pues, conociéndolos como se les conoce, padecen un hambre infinita, insaciable; y el partido que los ha adoptado, en extremo generoso ―a costa de la ciudadanía, claro―, dará y dará ni él sabrá hasta cuándo. Decir sí a todo, satisfacer todos los caprichos ―dinero, poder, amnistía, despenalización…― de los pequeños, a los que lleva tiempo malcriando. Contentarlos como un auténtico padrazo, no privarlos de nada. «No importa, pedid por esa boquita, bonitos míos».

Los estudiantes tienen un término para apodar al maestro o profesor poco exigente, que concede a los alumnos todos los recortes del programa que soliciten, toda la vista gorda para errores en los exámenes o en preguntas de clase y, en definitiva, el anhelado aprobado prácticamente general en junio. Es un tipo de docente débil, condescendiente, blando, sin criterio ni carácter. Ese término es «mogollón». Con un «maestro mogollón» (uso el masculino inclusivo), los alumnos ―y sus padres― mandan, exigen, logran… Paradójicamente, lo desprecian en el fondo, lo ridiculizan y repudian tamaña falta de personalidad, de responsabilidad y de profesionalidad, como se dice ahora…, pero se aprovechan de él hasta no parar.

Mogollón, otra vez la palabra. En el sentido, ahora, del argot estudiantil le cuadra, creo, al ya aludido PSOE, el actual, (auto)convertido en magnánimo protector de tantísimos partidos ansiosos de ganancias, de favores. El PSOE mogollón, incapaz de pronunciar en casa la palabra «no», salvo para defender a muerte a sus hijuelos de los lobos externos, derechosos. Un ser dominado, sometido, sin voluntad, sin otro rumbo y finalidad que ir tirando como sea…, no verse en la calle abandonado, igual que el marido al que la esposa domina y explota, el llamado «calzonazos», una de las peores injurias, todavía, que se puede proferir en este caso a un hombre. En política, el mogollón, el calzonazos, en masculino o en femenino, solo aspira a mantenerse a costa de regalar la luna, de renegar de la propia identidad si hace falta en favor de todo aquel, quienquiera que sea, que se preste a levantarlo  y sostenerlo en pie. 

 

Claudio Repellón

 

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