Una de las palabras más de moda en los últimos años es sin
duda la de “emprendedor”, conectada en el discurso con otra, muy cercana, la de
“empresario”. Paralelamente, uno de los modelos sociales con más prestigio hoy es
el del emprendedor, aquel que, en el campo de la economía, decide acometer una
actividad laboral autónoma, iniciar una empresa o, como se decía antes,
establecerse por su cuenta. También se llama así a quien se aventura a dar un
giro sustancial a su negocio.
Ahora hay mucha gente parada, sobre todo jóvenes (quizás de lo que más hay), que se meten a emprendedores como forma de salir de la situación y obtener algún medio de vida, además de encontrar algún sentido a la suya. Me da la impresión de que abundan en el ramo del comercio, del pequeño comercio. Últimamente veo muchas tiendecitas de ropa, sobre todo juvenil y de relativamente bajo precio, o de bebé, de medias y calcetines, lencería femenina o mercerías…, algunas bajo la modalidad de franquicia; hay también fruterías, locales para la elaboración y venta de pizzas, puestos de chucherías, churrerías donde dan café o chocolate...; en mi ciudad he visto una… no sé si llamarla “yogurtería”, pues se trata de una especie de cafetería para tomar solo yogur. Etc. Suelen ser espacios pequeños, con un mobiliario sencillo y barato, llevados por un personal muy poco especializado. La mayoría nace en unas condiciones muy precarias y bastante poco propicias para soportar el período que necesita la consecución de una clientela suficiente, es decir, abrirse un hueco en el mercado. También está la iniciativa de los que ofrecen servicios más o menos cualificados, como dar clases particulares, reparar ordenadores, peluquería, arreglos de trajes y vestidos …, junto a otros que no requieren mucha preparación, como cuidar ancianos o niños, trabajo doméstico, pequeñas chapuzas, etc.
Ahora hay mucha gente parada, sobre todo jóvenes (quizás de lo que más hay), que se meten a emprendedores como forma de salir de la situación y obtener algún medio de vida, además de encontrar algún sentido a la suya. Me da la impresión de que abundan en el ramo del comercio, del pequeño comercio. Últimamente veo muchas tiendecitas de ropa, sobre todo juvenil y de relativamente bajo precio, o de bebé, de medias y calcetines, lencería femenina o mercerías…, algunas bajo la modalidad de franquicia; hay también fruterías, locales para la elaboración y venta de pizzas, puestos de chucherías, churrerías donde dan café o chocolate...; en mi ciudad he visto una… no sé si llamarla “yogurtería”, pues se trata de una especie de cafetería para tomar solo yogur. Etc. Suelen ser espacios pequeños, con un mobiliario sencillo y barato, llevados por un personal muy poco especializado. La mayoría nace en unas condiciones muy precarias y bastante poco propicias para soportar el período que necesita la consecución de una clientela suficiente, es decir, abrirse un hueco en el mercado. También está la iniciativa de los que ofrecen servicios más o menos cualificados, como dar clases particulares, reparar ordenadores, peluquería, arreglos de trajes y vestidos …, junto a otros que no requieren mucha preparación, como cuidar ancianos o niños, trabajo doméstico, pequeñas chapuzas, etc.
Las personas, muchas, no todas, intentan buscarse la vida y
hacen lo que pueden. Pero hay también quienes se quedan en el sofá o en la
puerta del bar a matar las horas y dejar agonizar su autoestima y la poca
ilusión y empuje que les queden.
Entre quienes, a diferencia de estos últimos, se esfuerzan por
moverse, por exprimir al máximo su capacidad y los medios con los que cuentan,
tengo una especial aprecio por los que llamaré “emprendedores ínfimos”. Me
refiero a ese hombre que se va al campo
a coger espárragos para sacar unos cuantos euros, a ese que vende naranjas o
patatas o brevas o ajos en la puerta de supermercados, a un par de chavales que
van ofreciendo por mi barrio tortas de Algarrobo, a una señora que pregonaba
pares de calcetines tirados, al muchacho que recorre mil veces la playa con una
pesada nevera llena de refrescos y cervezas, a ese casi anciano que pasea
perros a un precio más que módico, a la gitana que lleva encajes,
mantelerías y debajo escondidos algunos
décimos de lotería, etc., etc., etc. Son marginados de la economía, no solo porque
el sistema los ha expulsado, como decía, bajo la excusa de que no hay tarta
para todos, sino porque (¡vaya suerte!) consiguen burlar las trabas e impuestos
“legales”. Se hallan en la economía
sumergida, son disidentes, antisistema… A la fuerza quizás, representan una
alternativa, al menos en el ámbito circunscrito de su espacio de supervivencia.
Su indignación no les lleva a irse a una plaza y montar la tienda de campaña
con el cartelito, a suplicar que les den; por el contrario, ponen en marcha el
motor y aprovechan la poca gasolina que les quede, alentados por un
indiscutible espíritu emprendedor. Su fortaleza y su empuje tienen todo mi reconocimiento,
aunque abomino de su situación de extrema precariedad.
Entiendo que los emprendedores ínfimos a los que te refieres son los antiguos buscavidas.
ResponderEliminarDice el diccionario:
buscavida.- 1. com. coloq. buscavidas (‖ persona diligente en buscar el modo de vivir).
Con respecto a los otros emprendedores, se han convertido en una pieza fundamental en la sociedad actual. Son los que les dan de comer a las librerías y escritores que venden libros para emprendedores, a los notarios, a los gestores, al gobierno, etc.
Mi hijo es uno de estos nuevos emprendedores y no hace más que quejarse de la cantidad de impuestos que padece y de la escasa ayuda que tiene.
Salud(os)
Me da la impresión de que las empresas, chicas, medianas o grandes, están que no pueden más. ¡Lástima! Comprendo a los padres con hijos adultos, porque soy uno de ellos (de los padres, claro). De momento, con la suerte de que el retoño tiene trabajo. Gracias por tu nueva visita y comentario. Salud(os).
EliminarEn Hispanoamérica eso se llama la economía informal y esa es la que ha evitado el total hundimiento de esos países. La diferencia es que allí en algunos paises como Chile, Perú, Colombia, el peso de esa economía informal que fue enorme ahora va bajando, mientras que aquí va subiendo. De todas formas me llama la atención como ese término que ya está acuñado y utilizado habitualmente en el debate político y económico no se está utilizando en España. Supongo que serán los delirios de grandeza que nos llevan a no querer asumir la enorme marcha atrás que en todos los órdenes (económico, político, judicial, social, etcl.) llevamos en lo que va de década.
ResponderEliminarYo quería decir "economía sumergida", que es la denominación propiamente española, pero me salió "oculta", que ni es hispanoamericana ni es nada. Jeje. Me ha impresionado tu afirmación de que "es la que ha evitado el total hundimiento de esos países". Gracias por tu visita y comentario. Salud(os).
EliminarUna entrada emotiva, jaramos. Las personas que en tiempos difíciles se ponen en marcha, como dices, y con mucha voluntad y esfuerzo montan un modesto negocio, soportando trabas burocráticas y por supuesto económicas, que ahí está el problema, sin rendirse y sin caer en la tentación de acomodarse en el lamento, me parecen dignas de todo elogio y de respeto.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por tu nueva visita, Ángeles, y por tu comentario. No había captado yo la vertiente "emotiva" de mi reflexión. Salud(os).
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