Estoy en la cuarta pregunta (*), que no a la cuarta pregunta, al
menos de momento.
Cuatro. Planteo por qué los consumidores aceptamos con tanta
naturalidad -mejor debería decir
inconsciencia- ciertos fenómenos y
situaciones relacionadas con el comprar y vender. Por ejemplo, si pretendes
comprar unas flores para homenajear a tu santa en el día de su santo, prepara
la bolsa en caso de que la onomástica quede próxima a determinadas fechas: no
existe ramo a precio asequible los días anteriores a la festividad de Todos los
Santos, contigua a la de los Fieles Difuntos, cuando los cementerios se llenan
de familiares limpiando y adornando lápidas, tumbas y mausoleos. El precio de
las flores asciende a las nubes, sencillamente porque crece la compra o, en
términos más técnicos, hay mucha demanda. Que cuesten más no me asombra, sino
las cachazas con que el personal admite tal subida, sin preguntarse, como yo me
voy a preguntar, hic et nunc, por qué
motivo son más caros unos días que otros los manojos florales, cuyo coste de producción
es el mismo -estoy casi seguro- todo el año. Se trata de que los mercaderes
quieren hacer su agosto, solo eso.
Y, hablando de agosto, tampoco veo
fundamento a la distinción que en el sector turístico se hace entre temporada
alta, media y baja, con la consiguiente distinción de precios. ¿Cuesta más
lavar las sábanas y toallas de los hoteles en julio que en marzo o noviembre?
¿Sube o baja el agua corriente o la electricidad según el mes? En un bar
cercano a mi domicilio, los días de entre semana vale el menú 8€ y los domingos,
10: ¿por qué? Etc. Alguien podría decir que el hecho obedece a la ley de la
oferta y la demanda, por cuyo autor/a y validez también preguntaría, si no
supiera que es, sencillamente, el sistema. Según decía al principio, lo que demando -y no como deseo de compra- es el motivo por el que contemplamos impasibles,
con la más absoluta pachorra, oscilaciones tan arbitrarias en la tasación de
los productos, reflejo patente, a fuer de burdo, del afán de obtener ganancia extra
por parte de los vendedores, aprovechando simplemente las circunstancias.
(*) Las tres preguntas anteriores están aquí.
Decía Machado: "Es de necios confundir valor y precio". Se ve que conocía las leyes del mercado. También se ve que tú no eres un comerciante, no vives del mercado. A mi siempre me irrita que en un vuelo casi nadie de los que lo comparten haya pagado lo mismo por el mismo trayecto. Pero, amigo, el mercado es el rey. Puede fastidiarnos, pero tú, incluso yo, hemos aceptado que nos gobierne.
ResponderEliminarDe todos modos no hay que preocuparse, hasta el mercado nos permite el derecho al pataleo.
Saludos.
Gracias por tu siempre tan esperada visita y comentario. En él me acabas de sugerir la próxima pregunta: ¿cuál es la alternativa al mercado" O sea, ¿en que otro sistema debería haber nacido para no sufrir los envites del capital? Salud(os).
ResponderEliminarAmigo, jaramos, como dice Antorelo en tus tres preguntas anteriores "en todas las actividades del hombre está incrustado lo económico."
ResponderEliminarQuizás la pregunta sería: ¿Por qué permitimos que todo esto suceda?
En cuanto a tu comentario ¿en que otro sistema debería haber nacido para no sufrir los envites del capital? Te sugiero buscar un sistema ácrata donde "cada uno trabaje con arreglo a sus fuerzas y consuma con arreglo a sus necesidades."
Salud(os)
Las relaciones comerciales siempre han estado basadas en la ley de la oferta y la demanda. Esas fiestas señaladas a las que tú aludes están instituidas por el mismo mercado para vender más y más caro.No es fácil salirse de ahí.
ResponderEliminarEspero más preguntas.
Un abrazo
Gracias por vuestra visita y comentario, amigos Antonio y su aparente diminutivo, Antorelo. Salud(os).
ResponderEliminar