Recibo un interesantísimo correo de la Fundación del Español Urgente (FUNDEU) en los siguientes términos: “Se recomienda escribir movimiento por la calma, mejor que movimiento slow, para referirse a esta corriente cultural. El movimiento por la calma surge como reacción contra el ritmo acelerado característico de la sociedad actual y propone hacer un uso consciente del tiempo, disfrutando de cada actividad con la pausa precisa para ello, en lugar de vivir atropelladamente.” Después he leído el mismo texto en forma de mensaje de Facebook.
¡Genial! Es lo estaba esperando desde hacía décadas, sin creer que existiera una cosa así. ¡Una corriente de pensamiento y una orientación del comportamiento basados en la tranquilidad, el sosiego, la serenidad…! Es lo mío, yo soy de los que viven a cámara lenta para disfrutar de mis acciones, como dice el fragmento citado.
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Mi estilo es otro. El que intuyo en el “movimiento por la calma”. ¡Qué placer darle tiempo al tiempo, regar los quehaceres con el almíbar de la duración sin límite, con la conciencia de cada movimiento, de cada gesto pequeño, de cada impulso emocional, de cada instante…! ¡Qué delicia vivir gota a gota! ¡Qué disfrute afeitarme, ducharme, comer, pasear, leer… sin pensar en cuándo terminaré o cuánto tiempo gastaré en ello! ¡Qué gusto saborear el proceso, sin preocuparme del final! Amo el gerundio: “haciendo”. ¡Fuera el reloj y fuera el horario, la agenda, el almanaque! Y lo que no se haga hoy, se hará mañana, cuando encarte. No es pereza, sino regodeo en la ocupación, estirada como un chicle; es la fruición de la lentitud, de la parsimonia, el arte de la flema.
Sé de lo que hablo, por eso lo digo. Y lo defiendo, no solo “como reacción contra el ritmo acelerado característico de la sociedad actual”, del que habla FUNDEU. Lo sostengo por principio, por fe, por experiencia. Y lo aconsejo. Sobre todo a quienes, como yo, ya han finalizado su período laboral y disponen de las 24 horas íntegras para sí. Algunos creerán que están perdiendo el tiempo si en toda la mañana solo han hecho un par de cosas. Para mí sería, es, una enorme satisfacción semejante holgura.
Así que voy volando, eso sí, con tardos, premiosos aletazos, a buscar en Google el reglamento de la filosofía de la calma y el modo de alistarse en ella, para formalizar lo que es en mí vocación, inclinación congénita.