Tengo un amigo que, siempre que se tercia, suele exponer una
teoría bastante singular. Al menos así la interpreto yo. Es de orden erótico y
habla de la atención, el “interés” que despierta la vista de determinadas
partes del cuerpo, por encima de otras. No se trata de un “sí” y un “no”
rotundos, de un 10 y un cero, sino de una escala en la que sitúan la zonas
corporales, próximas o lejanas a los extremos de máxima relevancia o de
insignificancia total.
Parte, como es de esperar, de la distinción entre el físico
masculino y el femenino, aunque parece centrarse más en este. Aporta también
una visión histórica y tiene en cuenta las diferencias culturales. Es muy
completo, como se ve, su análisis, aunque la red conceptual que lo nutre sea
simple y no se base en doctas investigaciones; él argumenta acudiendo tan solo
a la experiencia y a la observación, entiéndase, a su experiencia y a su
observación, ambas limitadas, claro está.
Afirma, por ejemplo, que los hombres españoles y los
europeos en general siempre nos hemos complacido más en la contemplación y la
caricia visual de lugares bastante “dignos” (sic), como la cara (en particular, los ojos y la boca), así como el
pelo, las manos, la parte descubierta de las piernas… Del ámbito velado o
protegido por la ropa, destacan las caderas, pero el puesto primero lo ocupa el
pecho, verdadero símbolo y emblema de la mujer, mujer-madre y mujer-hembra. El
pecho, cree mi colega, excita el deseo y colma gran parte de las aspiraciones
de posesión. Para ilustrar sus asertos, comprueba cómo “antiguamente” (¿?) las
féminas llevaban el vestido largo hasta los pies, pero muy abierto y despejado
el escote, que dejaba ver la mitad o más del órgano propiamente dicho. “Por
algo sería”, se adorna el sociólogo aficionado.
Está convencido de que, por el contrario, en nuestro entorno no ha sido costumbre dar como parte privilegiada el trasero. Su encumbramiento, que se extiende ya por el continente europeo, ha de considerarse importado. Viene de los Estados Unidos, país con un pasado menos refinado y un espíritu menos culto y sensible; también en Latinoamérica gustan las mujeres de ceñirse indecorosamente las “pompas” y los hombres de celebrarlas. En este punto, recuerda mi amigo que los animales se reconocen e inician el acercamiento erótico oliéndose por detrás, digámoslo así. Únicamente una tradición y una mentalidad como las aludidas explican que la actriz y cantante americana (de origen portorriqueño) Jennifer López tenga aseguradas sus nalgas en una pimporrada de dólares.
Está convencido de que, por el contrario, en nuestro entorno no ha sido costumbre dar como parte privilegiada el trasero. Su encumbramiento, que se extiende ya por el continente europeo, ha de considerarse importado. Viene de los Estados Unidos, país con un pasado menos refinado y un espíritu menos culto y sensible; también en Latinoamérica gustan las mujeres de ceñirse indecorosamente las “pompas” y los hombres de celebrarlas. En este punto, recuerda mi amigo que los animales se reconocen e inician el acercamiento erótico oliéndose por detrás, digámoslo así. Únicamente una tradición y una mentalidad como las aludidas explican que la actriz y cantante americana (de origen portorriqueño) Jennifer López tenga aseguradas sus nalgas en una pimporrada de dólares.
Suele citar mi fraternal experto un hecho, para él de mal
gusto, del mal gusto que se va imponiendo también por aquí. En una noticia que
leyó no hace mucho en un periódico, se decía que madrileñas jóvenes, no muy
aficionadas al balompié, se dan tortas por conseguir entradas para el Bernabéu,
de las localidades de detrás de las porterías. ¿Para qué? Para poder verle el
culo a Casillas (complacerse en él y adorarlo…), al menos durante medio tiempo
del partido.
Yo no entro ni salgo en las generalizaciones de mi amigo, el
sexosociólogo de andar por casa. No entiendo mucho, la verdad. Pero estoy a la
espera de que, cuando se pase por mi ciudad los días de feria, se tope con el
cartel de las corridas de toros que este año luce en las calles. Como podéis
ver, representa un torero haciendo el paseíllo, fotografiado o pintado por detrás,
de modo que aparece, y aun destaca por contraste de color y otros recursos, el
trasero. Supongo que mi amigo montará en cólera o caerá en profunda depresión,
al comprobar que la colonización de nuestras tendencias y criterios
estético-eróticos más genuinos se ha consumado, acercándonos, también en esto, a la
barbarie. ¿Para qué ha quedado, se lamentará, aquello de “donde la espalda
pierde su honesto nombre”?
Sea cual sea su reacción, y al margen de lo sexual, yo
comprenderé que le parezca un cartel insólito, chocante, irreverente. No creo
que existan muchos posters de toros con un diestro dándole, estático, al
público la espalda, por no decir el culo; tal vez, algunos haya en que la
imagen proceda de congelar un lance de la corrida. El de esta feria representa,
sin duda, una innovación atrevida, muy atrevida, en el seno de un mundo, como
el taurino, tan conservador en todos los aspectos.
Hola amigo jaramos:
ResponderEliminarDe todos los carteles que recuerdo, el más polémico fue este del año 2008. Parece que estaba hecho por un antitaurino.
Cada vez los carteles de toros son más "raros". Parece que los diseñadores buscan destacar sea como sea.
El de la feria de Sevilla de este año era de una mezcla de toros y carnaval, mira este enlace.
En cuanto a los culos soy de la opinión que, como en todo, los hay bonitos y feos. Particularmente pienso que en el caso de las mujeres es difícil encontrar uno feo, pero también los hay.
Berlusconi dio públicamente su opinión sobre el culo de Angela Merkel. Como no me atrevo a reproducir sus palabras en tu blog, aquí te dejo el enlace.
Salud(os).
He mirado el del 2008 y es una birria, llevas razón, Antonio. Yo no soy muy aficionado a los toros, estoy más cerca de los anti. Pero los últimos carteles que he visto por aquí han sido muy clásicos. Por eso me ha chocado el de este año. Salud(os).
ResponderEliminarPues poco culo se le ve al torero...
ResponderEliminarA mí no me gustan los toros, pero el traje de luces es, en general, muy favorecedor, y los culos de los toreros parecen más apetecibles de lo que en realidad son.
Una vez le oí decir a Joaquín Sabina que los hombres, hasta los cuarenta, se fijan indiscutiblemente en los pechos de las mujeres, y a partir de esa edad "son más de culos". Supongo que habrá de todo, pero por experiencia le doy la razón.
Me ha gustado leerte.
Un abrazo.
Yo también estoy cerca (no en el mismo sitio) de Sabina. En eso, claro. Si quieres, te busco por ahí un cartel de verdad de ese "torero desconocido" (salvo que alguien lo identifique por las nalgas), jeje. Gracias por tu visita, etc.
ResponderEliminarNo hay mejor reclamo publicitario que el cuerpo humano. Basta la insinuación para dar rienda suelta a todo tipo de imaginaciones y comentarios. Cualquiera puede escribir un manual sobre lo que para él representan las partes del cuerpo y las reacciones que le provocan. Normal. Pero lo que no deja de llamar la atención, y que tú tan bien planteas, es cómo el mundo de la tauromaquia, cultivador de las esencias tradicionales donde lo haya, no ha podido resistirse a la pretensión de potenciar su imagen a través de ese reclamo que suscita el cartel heterodoxo, que obliga a atraer la mirada de quien se encuentra frente a él.
ResponderEliminarAsí es. La verdad, resulta chocante. Gracias por tu visita y comentario, Fernando.
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