Uno de los temas que primero me interesó teclear en los
inicios de este modesto blog fue el de las calles de mi pueblo, mejor dicho, del
nombre de las calles de mi pueblo (*).
Ahora, después de tres años y pico, vuelvo a percutirlo. ¿Por qué?
¿Quedó incompleto, tras cuatro entregas? Una cuestión como esa nunca está
acabada, no porque el número de calles sea infinito, aunque a menudo se abren algunas
nuevas, sino porque siempre cabe sacarle una punta nueva, descubrir un rincón o
un recodo, unos balcones, una terraza, unas farolas… Regreso a las calles
sencillamente porque he conseguido el plano actualizado de la localidad, con
los nombres de las vías más recientes. Y hay algunos que tiran de espaldas.
Por ejemplo, muchos de los que insisten en el desafortunado
principio antroponímico. Uno de los peligros de esa postura consiste en
seleccionar nombres muy poco familiares a los vecinos, si no totalmente
desconocidos. Ocurre en las urbanizaciones de última construcción, que se
concentran en la zona oeste, por detrás de “Santa Catalina” y “Torre Hacho”.
¿Quién sabe algo de Francisco Barrero Baquerizo, quién de Bernardo Simón de
Pereda, quién de Mariano Beltrán de Lis, quién de Catalina Téllez, quién de
Hipólita Narváez, por ejemplo? Pues todos tienen su calle allí. Otros tal vez
les suenen a unos pocos, muy pocos, como demuestra el que los bautizantes hayan
creído conveniente anteponer al nombre del elegido (generalmente, y para más
inri, antiguo) su profesión o arte: “Pintor Bartolomé de Aparicio”, “Arquitecto
Melchor de Aguirre”, “Retablista Antonio Primo”, “Alarife Martín de Bogas”, “Escultor Diego
Márquez”…, aunque muchos lugareños, como yo, lo confieso, ni así los sacamos.
Sirvan estas dos relaciones nominales como muestra de errados acuerdos del
ayuntamiento, en cuyo “debe” los incluyo.
Pero hay más. Las rúas que, igual que el niño que nace feo o
tiene la mala suerte de que sus padres le pongan Vistremundo, han sido
condenadas, oficialmente, a nombres como “Regulares de Melilla” (¿tal vez para
hacer simetría con el de Avenida de La Legión, donde vivo, de finales del
franquismo?), “Constitución de 1883” (“-¿Dónde vives? –En la calle ‘Constitución de…’, yo qué sé, nunca
me acuerdo del año”)…, entre otras.
Están, por último, las que pueden levantar discusión y
polémica. Así, la que se llama como uno de los alcaldes de la época actual,
“José Mª González”, por el hecho de que fue él el primero de la democracia
(también ejerció como el último de la Dictadura, pero eso no…); en su contra
tiene, aparte de los supuestos errores o deficiencias de gestión (que, no lo
sé, pero algunos habría), el que militó en más de un partido político y, por
ello, no atrae -supongo- respaldo unánime de la comunidad, como debe
toda persona que se eleva al rango de titular de una avenida, plaza,
institución, etc. También puede originar
división la efemérides “28 de febrero”, pues no todo el mundo -según se está comprobando en estas últimas
fechas- está de acuerdo con la opción
autonómica (me recuerda aquellas calles y barriadas denominadas “18 de julio”
en recuerdo de la conocida y desgraciada gesta del 36).
No por diferencias políticas, pero sí por la misma falta de
aceptación universal, pues el ejercicio de su profesión y su trayectoria vital,
con luces y manchas, como todo lo humano, transcurrieron hace no más de una
década o dos, y está muy fresco el recuerdo, no creo acertados los de “Doctor
Ricardo del Pino” o “Remedios Tomás”, entre otros. Además de ese problema, está
la duda sobre si su labor o su personalidad poseen la excelencia y relevancia
suficientes.
Por todo ello, como en los juicios, condeno a quienes
tuvieran semejantes ocurrencias a…, bueno, dejémoslo en ser olvidados para
siempre y no figurar en ningún mosaico de esos en los que están escritos los
nombres de las calles de mi pueblo.
Para cuando una calle en Antequera dedicada al Señor Jaramos...
ResponderEliminarEh, Rato. ¿Dónde andabas? Gracias por regresar.
ResponderEliminar¿Una calle para Jaramos? La tendrá cuando las ranas críen pelo, jaja. Hasta ahora, lo único a lo que ha llegado es que, sin mérito por su parte, le pongan su nombre a un aula del colegio donde enseñaba al jubilarse. Pero, ¡con eso tiene bastante! Salud(os).
Bautizar una calle con el nombre de una persona siempre se presta a la polémica. Por muchos méritos que tenga el personaje, siempre abrá alguien que le ponga un pero,muchas veces porque el que hace la crítica tiene una propuesta alternativa. No estaría mal bautizarlas con nombres de ciudades, pueblos, ríos, mares, plantas, flores, accidentes geográficos... Aunque pienso que, aun así, abría polémica...
ResponderEliminarTengo roto el ordenador.
Saludos
Antorelo
Llevas razón, Antorelo. Igual ocurre con las instituciones, los centros escolares, etc. Salud(os).
ResponderEliminarMe he leído los cinco artículos del tirón y me parece un excelente trabajo que, para mi caso, desvelan algunas curiosidades de las calles antequeranas. Gran trabajo que espero pueda continuar porque, sin duda, es un tema muy interesante para los apasionados de Antequera. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, Javi, por haberte tomado la molestia de la lectura. Y por el comentario. Como ves, me limito al nombre; de la historia sé poco. Tengo noticia de un libro sobre el tema, aún en estado de manuscrito, que no sé si se publicará antes de que se ponga demasiado rancio. Salud(os).
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