miércoles, 16 de junio de 2010

EL PRÍNCIPE DESTERRADO, 1

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A mi hijo, José Antonio

Hola. Soy Quico, el niño de la novela El príncipe destronado, que escribió Miguel Delibes (*). Me dijeron que se había muerto. Me dio mucha lástima, porque era como mi otro abuelo. Ahora tengo seis años, tres más que en la novela. Estoy más grande, pero tengo el mismo aspecto: ojos azules y rubios rizos. Todavía me confunde a veces la gente con una niña. Ahora, cuando alguien me dice “¡Qué chica tan mona!”, como ya estoy más suelto, le contesto: “Yo soy un tío, y usted, ¿qué es? “, o bien, echándome mano a la bragueta le suelto “Soy un niño, si quiere se lo enseño”. Y se ríen para que no se note que les da vergüenza.

Bueno, en lo demás también sigo igual. Me llevo muy bien con mi hermano Juan. Y, por supuesto, me meo encima cada vez que encarta. En la cama, sólo de vez en cuando. En los pantalones, muchas veces. Sobre todo cuando estoy tranquilo en mi casa, distraído jugando o mirando la tele. Como siempre me ha pasado, es que ni me doy cuenta. En el colegio, no me meo, porque allí me matarían y además… ¡vaya numerito delante de los otros niños, y de las niñas! El colegio donde me han llevado es de monjas. Me quieren mucho todas y me dan muchos besos, más que a otros. Y las dejo que me cojan de la mano para llevarme al recreo o a la clase, que me abrochen el babero y todo eso. Ahora que lo pienso, en el colegio no me dan muchas ganas de hacer pis o nada más me dan cuando se puede ir, o sea, en el recreo, entre clases…
Nos hemos cambiado de casa. Ahora vivimos en un piso más grande. Un dúplex le dicen, porque tiene dos plantas. En la de arriba está el salón, una salita, la cocina, la terraza y un cuarto de aseo; la de abajo es para los dormitorios y otro cuarto de baño, que sólo nos deja mamá utilizar para bañarnos o ducharnos. No quiere que orinemos ni caguemos en él; dice que debe estar siempre “puesto en visita”, o sea, preparado por si viene alguien de visita. La salita de arriba, igual: está cerrada como una cárcel. El suelo de los dormitorios tiene pegada una especie de alfombra, a la que llaman moqueta. Yo casi siempre estoy en el salón o en la terraza, con mi hermano y con la Vito. ¿La recordáis? La criada de las manos agarrotadas. Mi madre ahora apenas para en casa, porque tiene que trabajar, desde que se separó de mi padre.

Poco antes de marcharse, mi padre me hizo un regalo estupendo: un perrito caniche, blanco, muy simpático, saltarín, que siempre está conmigo. Mamá y la Vito lo odian, pobrecillo, tan bonito como es. Le puse de nombre “Rix”. Es muy listo: yo le enseño muchas cosas. Por ejemplo, aprendió a llevar a la cocina por las mañanas los pañales que me ponían de noche por si me meaba. Ya no me los ponen, porque yo no quiero ese bulto entre las piernas y en el culo. Casi nunca mojo la cama y, además, me da un poco de vergüenza tener que enseñarle a la Vito mi chorra todas las noches. ¡Soy mayor! Tampoco la dejo que me bañe; he aprendido mirando cómo lo hace Juan. Nos metemos los dos y él me dice si me dejo algo por enjabonar o secar…

(Continúa)
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(*) La versión cinematográfica de El príncipe destronado se tituló La guerra de papá y se estrenó en 1977. Protagonizada por Lolo García -en el vídeo- y dirigida por Antonio Mercero, tuvo un enorme éxito.

3 comentarios:

  1. Un buen relato, amigo jaramos. Has hecho el ejercicio de ponerte en la piel de un niño con acierto y maestría. Un bonito homenaje a Delibes.
    Saludos.

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  2. Muchas gracias, Arcadio. Esta es la primera "entrega". Queda la segunda.

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  3. Me a gustado mucho,asi que voy a leer la segunda parte.

    Un saludo Jose Antonio(de tu amigo Oscar)

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