El
hecho de que no entienda ni una pizca de economía no me impide efectuar una
breve reflexión sobre algunas de las acciones en el ámbito del mercado más comunes,
con más permanente presencia e incidencia en nuestra vida diaria. Por no saber,
no sé ni su nombre, si es que lo tienen, ni se me ocurre cómo denominarlas con
un único término, fuera del genérico de «subida
de precio» o «encarecimiento»; aunque sería mejor disponer
de un vocablo o expresión opuesto a «rebajas».
Añado que esas maniobras me resultan absolutamente incomprensibles, por no
decir injustas y repudiables. Voy a tratar de explicarme.
Primero
voy a referirme a un tipo de subida de precios un poco especial, la que se produce
cuando hay mucha demanda y aumenta el consumo. Por ejemplo, en las proximidades
de la festividad de Todos los Santos, contigua a la de los Difuntos, cuando muchas
personas acuden a limpiar y ornar las lápidas de los nichos y los sepulcros en
tierra donde reposan sus seres queridos, he advertido que un producto como las
flores, determinados tipos de flores, incrementan su precio de forma
ostensible, un 20 o 30 por ciento como mínimo. A la mayoría de los consumidores,
casi siempre consumidoras, esto les parecerá normal, simplemente porque es lo
acostumbrado, lo habitual, lo de toda la vida, pero no porque se hayan
preguntado la razón y hayan encontrado una respuesta lógica, comprensible, un
motivo que justifique el fenómeno. Parecida ocurrencia se repite anualmente cuando
llega la Navidad:, como accionado por un resorte, asciende el precio de los alimentos
propios de esas fechas (marisco, pavo, dulces, licores, champán…), algunos
hasta niveles astronómicos, como es el caso de ciertos pescados. ¿Por qué?
Eso
me he preguntado y no he encontrado una respuesta razonable. Seguro que tendría
que estudiar y documentarme un poco más sobre el motivo de los vaivenes en el
ámbito de la compra-venta. Aunque estoy casi seguro de que no llegarían a
convencerme del todo, porque lo que he oído y leído hasta ahora sobre el tema
apunta a que sencillamente es una ley del mercado, una forma de preservar el sostenimiento
de este mediante una operación compensadora. Es decir, las mencionadas
festividades son momentos en que la curva de ganancia ha de elevarse y contrarrestar
así los descensos de otras épocas del año no señaladas. No termino de
entenderlo, a no ser que se trate de que hay pérdidas continuadas de los
vendedores de flores y comidas o bebidas de Pascua, excepto por Difuntos y Navidad,
pérdidas equiparables cuantitativamente a las ganancias que proporciona el
encarecimiento de las mencionadas festividades. Pero, cualquiera aseguraría que
las cosas no son así. Lo que ocurre, es mi opinión, es que los comercios aprovechan
las épocas en que los compradores efectúan un aprovisionamiento casi
obligatorio en esos momentos (flores o alimentos), para incrementar varios puntos
los ingresos habituales durante el resto del año. Se da, sencillamente, un
fenómeno de explotación del consumidor en las compras «de
temporada». De donde se desprende que soy partidario de que se controle esta especie
de desmadre temporal de precios, con la intervención de la inspección en este
terreno. Creo que sería mejor que un objeto o producto costara igual todos los
meses del año y que los comercios se conformaran, sencillamente, con la considerable
crecida de las ventas de determinados productos en determinadas fechas.
Paso
a analizar con brevedad otra circunstancia relacionada con lo dicho arriba, a
la que creo que merece la pena prestar atención. Estamos acostumbrados a unas
subidas periódicas, más aún, frecuentes, de los carburantes, gasolina y gasoil.
Siempre se justifica por la subida del precio de los crudos en origen, acordada
por la OPEP y similares. Una primera valoración es muy sencilla y bastante de
cajón, y no difiere, además, de la que se oye en la calle: ¿por qué no bajan
cuando desciende el precio del petróleo? Pregunta/queja impecable o, como suele
decirse, de libro, pecado mortal del mercado cometido por esa ley no escrita.
El segundo yerro se comete en espacios más escondidos y de más difícil acceso: si
el aumento en las gasolineras es siempre, según dicen, proporcional al
encarecimiento en origen, entonces los intermediarios, es decir, las grandes
petroleras, nunca pierden, todas las subidas las paga el consumidor de a pie.
Como es natural, este abuso lo baso en una hipótesis, una condicional cuya
veracidad no he comprobado, pero no me extrañaría llevar razón. Lo mismo podría
decir de todos los productos que cuestan más por motivo del encarecimiento del
petróleo y de la gasolina o gasoil. Aquí se añade un aspecto más: ¿por qué sube
el aceite de un día para otro, como se da, si el total del año estaba producido
y embotellado antes de la subida de los carburantes?
Preguntas
que dejo en el aire, por si alguien quiere y se atreve a recogerlas y hallar
alguna respuesta aceptable (para mí).
Gracias por hacer que aprender sea un placer y no una tarea. ¡Estamos agradecidos por eso!
ResponderEliminarGracias a ti por la lectura y el comentario, SpinRider. Seguimos en contacto.
ResponderEliminar