domingo, 30 de julio de 2023

EL BLOQUE PROGRESISTA

 


Lo que aparentemente ha resultado de las elecciones del pasado día 23 de los corrientes es esto: un BLOQUE PROGRESISTA,  con 172 escaños; un BLOQUE CONSERVADOR, con 171 escaños. ¿Por qué digo «aparentemente»? Por una razón muy sencilla y fácil de fundamentar de forma objetiva: en el seno del primero, que se autodenomina de izquierda, de progreso, de futuro, etc., hay al menos dos componentes de gran entidad tanto o más de derechas que los del bloque adversario: son el PNV, cuya doctrina principal es el tradicionalismo definido por el visionario Sabino, en todas sus facetas (incluida la del separatismo), y el de los burgueses catalanes del llamado ahora JUNTS PER CATALUNYA, también separatistas.

A partir de aquí, no hay duda de que queda deslegitimada la denominación de PROGRESISTA para el bloque que se autodefine indebidamente así, simplemente para oponerse, presentar batalla, guerrear con un supuesto enemigo, para engañar a los votantes menos documentados… en todo momento y situación, dentro del carnaval de la contienda política. No es difícil darse cuenta de este camuflaje de los dos partidos conservadores señalados, el vasco y el catalán. Ni el motivo por el que se disfrazan y se esconden con tanta facilidad o el fin que persiguen: la pela pa mi bolsillo. Que persiguen y también que consiguen. Pero vistos con un poco de atención, no hacen sino el ridículo, cuando pasan de la manita de Otegui (esta, ensangrentada), de Rufián, de Yolanda, en una colorista fila india encabezada por el patrón Sánchez. Está claro: solo los une el más descarado interés, la más egoísta conveniencia.

De todo esto se concluye que los que seguramente van a gobernar España no estarán ahí por amor a la nación (¿qué nación?) ni por creer que sus respectivos idearios confluyentes (¿qué idearios?, ¿en qué confluyentes?) dan el mejor servicio a los ciudadanos. Están porque buscan sacar provecho para sí mismos, porque saben que obtendrán un beneficio, un rédito para ellos y para sus formaciones. El primero, el capataz Sánchez, que será investido por votación nunca más variopinta; seguido de mamá Yolanda (y los 16 de su nidada); de los filoetarras (en ascenso, por cierto) de EH Bildu, de los de Esquerra y de los de Junts, que fueron golpistas, y, ¡qué vergüenza!, del catoliquísimo aranista PNV, que, como …, perdón, me callo, se va con quien le paga.

El más descorazonar efecto de esta situación española es que puede que quien decida sobre la gobernabilidad de España sea el separatista, conservador, juzgado y condenado, prófugo de la Justicia, encuadrado en la fila india, Puigdemont. «Se va a intentar y creemos que se va a conseguir», Sánchez dixit. ¡Pero qué locura es esta!

Claudio Repellón

 

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