Tener un plan B es adelantarse a
la posibilidad de que se malogre la situación por la que pasamos en un momento
dado y prever una alternativa. Se
contemplan muchos tipos de planes. Y se da, por supuesto, el Síndrome del Plan
B.
Posee un plan B el que ahorra, el
que se compra unas gafas de repuesto, el que consulta los horarios de trenes y
autobuses antes de emprender un viaje en su automóvil, el que prepara un traje
algo más holguero para la boda de septiembre por si el habitual le estuviera
algo apretado tras el verano, el diestro que aprende a escribir y a manejarse
con la mano izquierda temiendo que se pueda dañar la derecha, el que guarda en
la recámara un par de chistes y/o anécdotas para soltarlos si una conversación
decae, el que ha seleccionado frigorífico, placa, horno y lavadora de tal o
cual marca y en tal o cual comercio para cuando se le averíen los actuales, el
que ha decidido de qué equipo se hará forofo el año en que el suyo descienda a
segunda, el que ha pensado si defenderá al jefe o encargado o lo pondrá a parir
cuando cambie la tortilla, el que entretiene a una chica o chico por si la suya
o el suyo les salen rana, el que ha pensado qué trola le encajará al suyo o a
la suya si descubren el ardid, el que diseña una dieta y un ciclo de gimnasio
por si engorda en Navidad, el que sabe cómo se excusará cuando tenga que decir
que no sabe nadar, quien ahorra en una cuenta C por si las reservas de la B se
gastan, una vez agotadas las de la A, el que se construye un mausoleo en vida, etc.,
etc., etc.
Podemos discutir si merece la
pena ser tan previsor y querer amarrar tanto el futuro. Supone gastar mucha
pólvora preparando una guerra que tal vez ni siquiera estalle. Mucha pólvora
quiere decir mucho tiempo y bastante dinero, mucha sustancia gris por tantas
vueltas al coco, muchas idas y venidas, muchas molestias a uno mismo y a otros,
etc. No vivir esta vida, por andar pendiente de otra u otras.
Y después, ¿para qué? Porque, si
lo pensamos bien, tienes un Plan B como el que “tiene un tío en Graná, que ni
tiene tío ni tiene na”. ¿Y eso? Pues eso está muy claro: no hay nada que
distinga el proyecto A de su sucesor B, en cuanto que los dos pueden resultar
una pifia. Más aún, si fueras tan precavido que hubieras ideado algún plan C,
este también podría ser un churro una vez aplicado; y el D y el E, y el F…, y
el Z. Y al final te puedes encontrar que ya no hay más a lo que echar mano,
nada para más allá del incontestable presente. Fantasea quien lo pretende todo
asegurado. Lo mismo que uno que yo sé –y
ustedes también–, que lo quiso dejar todo “atado y bien atado” y la cosa no
pudo salirle peor; o mejor, según se mire.
No es raro que no funcionen los
proyectos ni que se cumplan los propósitos, pues se trazan en un punto y hora
diferentes de aquellos en los que se han de desarrollar. Entonces, repito, ¿compensa?
Well, that is the question.
Desde ahora mismo me confieso
poco partidario de programar de antemano el modo de afrontar todo lo que pueda sobrevenirme,
que es por definición eventual y desconocido. Pero tampoco me voy a situar en
el extremo contrario y romper lanzas por la improvisación más absoluta, el “ya
veremos” perenne, la impremeditación sistemática. Ni calvo ni tres pelucas. La
imprevisión como método es tan mala como el preparativo continuo e incansable.
El forofo de una no se diferencia del acérrimo
de la otra. Significan llevar a la más
enfermiza radicalidad aquellas actitudes de la hormiga y la cigarra, a las que,
como personajes de la fábula, quise por igual.
Si yo tuviera pupilos a los que
educar en este campo, trataría de inculcarles la idea aristotélica de In medio, virtus, que alguien ha
definido como que la virtud es el punto medio entre dos vicios
opuestos. Y les alentaría a fijar la vista y el esfuerzo y el corazón –no de
modo excluyente, claro está– en el ahora, el hoy, que es la planta de la que
nace la flor del después, del mañana. Y, además, les desearía suerte.
JOSÉ ANTONIO RAMOS
Buena reflexión. En conclusión,"hombre precavido vale por dos y quien siembra recoge".
ResponderEliminarGracias, Gracia, por entrar y comentar.
EliminarCreo que no soy de los que trazan planes B pero sufre infinitamente por si no salen los planes tal como están planteados. No le veo solución.
ResponderEliminarDicen los sabios que, cuando algo no va como uno quisiera, lo mejor es aceptar el revés y trazar, a posteriori, un nuevo plan. Gracias por entrar y comentar, Joslu. Un cordial saludo.
EliminarAdemás de filólogo, también filósofo. Estupenda disertación filosófica que merece la pena aplicar en la vida. Me encanta también el toque didáctico que pones al final. Eres maestro de corazón, de los que siempre quieren lo mejor para sus pupilos.
ResponderEliminarY enhorabuena también por la música
Muchas gracias, Rosi.
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