Me contaron de un sacerdote católico que renunció a su
puesto y pidió permiso a la superioridad para meterse a cura obrero. Desde el
punto de vista material, no perdía mucho en el cambio ni este suponía bajar
demasiado de categoría, puesto que la plaza que regentaba hasta entonces era una
simple capellanía.
He de aclarar, para los más jóvenes, que en los años 60 se
denominaba “cura obrero” a todo aquel presbítero que, por propia voluntad,
sustituía el pastoreo de almas en una parroquia por un trabajo remunerado,
generalmente manual y de escasa cualificación y relieve, como peón en el campo
o en la construcción. Fue, sin duda, un fenómeno de cierto impacto dentro de la
Iglesia.
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No tuvo mucho éxito la generosa decisión del clérigo. En
cuanto inició la función de
adoctrinamiento y de estímulo, de toma de conciencia y de compromiso
social en el círculo, pequeño, en que se vio integrado; en cuanto empezó a
explicar el sentido de la lucha proletaria y la necesidad del activismo, brotó
también su desengaño. Vio que no existía ese espíritu de clase y que nadie lo echaba
en falta, que no se perseguía la mejora colectiva, que nadie estaba dispuesto a
arriesgar su puesto de trabajo ni restar equis días de nómina por hacer un
paro, etc. Notó que los obreros estaban más o menos conformes con el sistema,
que no creían en el igualitarismo que el cura predicaba y, por fin, que cada
uno, individualmente, tan solo aspiraba a ser como su patrón, un rico burgués; a
tener un buen coche y un bonito chalet, a ir cuando quisiera a ver el Real
Madrid y a pegarse unas ferias de lujo. Cada uno individualmente, digo, y a los
demás, que los zurzan.
Fracasado en su noble intento, el cura se despidió del mundo
del trabajo y regresó a su altar y su confesionario, que era donde el pueblo lo
quería y, seguramente, lo entendía. El pueblo, o sea, las cuatro beatas y los
dos o tres idealistas de derechas que en todas partes constituyen la grey a la
que apacienta un párroco.
A mí esta historia me dijo mucho cuando me la contaron. Creo
que tiene enjundia y proporciona elementos de reflexión.