Acabo de leer el último libro que he conseguido de José
Antonio Marina, La magia de escribir,
de 2007, realizado en colaboración con María de la Válgoma (Barcelona, Plaza y
Janés). Es un volumen relativamente breve, 189 páginas, que contiene un texto
sencillo, ameno y variado. Comienza con una exposición teórica e histórica
sobre la escritura, que es la parte más extensa de las tres en que se divide;
la segunda trata sobre el aprendizaje de la expresión escrita en el marco
escolar y la tercera se dedica a la creación literaria como actividad y como
experiencia.
La presencia de un sabio como Marina, aunque sea solo coautor (y sin dejar de apreciar la valía de su compañera), hace que se refleje en la obra la luz de su inteligencia y la amplitud, diversidad y profundidad de sus conocimientos. No obstante, creo modestamente que hay una limitación en la concepción misma de la obra, claramente incidente en el resultado final. Me refiero a que los autores parecen no haber definido con nitidez y precisión el perfil del destinatario principal. Así, para un lector ajeno al ámbito de la enseñanza y poco aficionado a la escritura, el libro no tiene excesivo interés; y para buena parte de los docentes especialistas en el área de lenguaje se queda corto, pues la mayoría de las cuestiones tratadas le resulta conocida, algunas incluso con más detalle de lo que las explican Marina y de la Válgoma. Por último, si ellos han pensado en un público intermedio entre ambos extremos, sinceramente creo que no existe o es bastante difícil de encontrar, porque es el que no gasta tiempo ni dinero en un título como este.
Uno de los pensamientos que ilumina la exposición entera o,
como ahora se dice, que opera de eje transversal, es el de que la escritura comporta
una actividad mental de naturaleza creadora, que trasciende la mera mecánica
del grafismo. Escribir es pensar y pensar es crear, repiten los autores, con
estas u otras palabras. De ahí pasan a mostrar su convicción de que la
enseñanza de la lengua debe situarse en el uso (“enérgueia”), y no en el objeto
(“ergon”), lo que los lleva a entroncar sus planteamientos con la “escuela
activa” y con los “talleres” como método de trabajo prototípico. Creen en el
dinamismo creador de los niños (sobre todo, los pequeños) y en su incontenible
afán de aprender. Rodari y su Gramática
de la fantasía son puntos de referencia esenciales.
Una persona que esté o haya estado ejerciendo dentro del aula, encuentra pronto los peros de tan brillante y atractiva propuesta, efectuada en términos parecidos por otros muchos autores desde hace décadas. Por desgracia, las iniciativas innovadoras puestas en práctica siempre se han estrellado, antes o después, contra los muros de los colegios e institutos, como las olas del mar contra los firmes e inmóviles acantilados. El plan de trabajo general de los centros educativos (fines u objetivos reales, organización de personas, espacios y tiempos, materiales, métodos o estilo de tareas, evaluación del aprendizaje…) no admite, no soporta, no resiste… proyectos como el que insinúan, sin concretar, los autores de este libro. Es atractivo, ideal, hermoso…, pero impracticable en las actuales condiciones de los centros, incompatible con la mentalidad de la mayor parte de los alumnos y padres, irreconciliable con unas rutinas mentales y de funcionamiento tan firmemente arraigadas. Por su parte, muchos profesores del área (no todos, claro) han querido, como digo, y quisieran caminar por ahí, porque también creen en “la magia” de la escritura, la lectura..., pero sencillamente no pueden, aprisionados como están dentro de los estrechos límites del sistema y del entorno educativo. Doy fe de ello.
Así que el libro de Marina y De la la Válgoma es un libro seductor, rebosante de optimismo, pleno de ilusión y de imaginación, a
reventar de ideas y sugerencias…, pero, por desgracia, no muy útil, si de él se
espera que incida significativamente en la praxis escolar.
Creo que yo voy por ahí, pero soy consciente de la negativa de los alumnos a articular su lenguaje de forma creativa sea por deficiencias de base muy profundas (léxicas, sintácticas, ortográficas, de ideas) y por falta de voluntad de hacerlo. He observado que no hay nada que perturbe más a un estudiante que el hecho de que se le pida que redacte algo personal y con sentido y en esto da igual si son de la ESO o alumnos del bachillerato Humanístico. He constatado un adelgazamiento de la capacidad expresiva en las últimas décadas. Las razones no la sé con exactitud, pero carece de atractivo y no se tienen las destrezas necesarias para hacerlo. No obstante, lo sigo intentando.
ResponderEliminarUna de las cuestiones más peliagudas a la hora de redactar es la de tener algo que decir. Ello exige el uso de la facultad de raciocinio, y no gusta el ejercicio de pensar. Por eso el nombre que tiene el blog de la clase es Blog de lengua y pensamiento crítico. No escribimos si no tenemos nada que decir. Esto es, me temo, lo que pasa en buena medida y no sólo a ellos.
"¡Duro ahí!" Amigo Joselu, esta es una expresión que decimos por aquí abajo cuando queremos animar a alguien a que siga en su empeño, a pesar de las dificultades con que se topa. Efectivamente, los niños tienen poco que decir sobre la mayoría de las cosas que, no obstante, deberían despertar inquietud en ellos. Son seres muy pasivos, se lo damos todo hecho (y pensado). En el colegio se lo damos todo explicado, etc. Por otra parte, y hablando en general, no ven que una actitud más activa sirva para mucho, pues serían pequeños e insignificantes granitos de arena en medio del inmenso páramo de una "sociedad civil" desactivada. Recuerdo algunas de las formas con las que yo intentaba estimular un poco la escritura y que me daban más resultado: a) elegido un tema, hacer una o varias lluvias de ideas orales en la clase los días previos al señalado para escribir, b) en vez de darles un tema, les entregaba un enunciado, que ellos tendrían que utilizar como inicio o final de su escrito, o incluirlo en algún pasaje de él, c) considerar como trabajos "de Lengua" los que hacían en otras asignaturas (si no eran demasiado largos), corregirlos, calificarlos..., y d) leer siempre en clase, en voz alta (ellos o yo), uno o dos de los escritos el día en que se los devolvía, dándole un poco de solemnidad y énfasis a dicha lectura (a veces se despertaba un coloquio posterior). Joselu, ahora te voy a pedir algo: la dirección de ese blog de clase, jeje. Se me está pasando por la cabeza una cosa, ya te la diré cuando vea el blog. En cuanto al libro de Marina, te gustaría leerlo, pero te serviría de poco. Salud(os) ¡Duro ahí!
ResponderEliminarEl blog de la clase está en fase de lanzamiento. Ellos no tienen todavía conexión a internet en el instituto. Parece haber problemas de financiación. La Generalitat no paga las infraestructuras necesarias ni a los servicios telefónicos ni a las editoriales. La dirección es LA OCASIÓN LA PINTAN CALVA. Estaremos encantados de que nos visites pero, como te digo, todavía no ha empezado su andadura en serio.
ResponderEliminar¿Se puede enseñar a escribir? Me parece interesante la pregunta por que no estoy seguro de que se pueda hacer (y me refiero a escribir de crear). En mi experiencia (sólo una novelita) creo que no sirven de mucho los consejos y los talleres, pero sí la lectura, además de un continuo darle vueltas a la cabeza y la práctica, más o menos constante. Por otra parte, fomentar la lectura de buena literatura entre los chavales es lo mejor que se puede hacer para conseguir que escriban. Hay muy buenos ejemplos de literatura juvenil que puede hacer que los chicos se aficionen a la escritura. "Mecanoescrito del segundo origen" de Manuel de Pedrolo o "Tomatelo con calma" de Warren Miller fueron lecturas que llenaron mis años de adolescente. Por supuesto también los cuentos cortos de London y sus novelas son una lectura de lo más apropiada, aunque imagino que vosotros tendreis una formación más adecuada a la hora de recomendar. Chao.
ResponderEliminarSoyun, el fin de la enseñanza de la escritura en los colegios e institutos no es hacer escritores, sino contribuir a que los niños alcancen un cierto dominio de la lengua escrita (no literaria). No es fácil, pero se intenta y algo se consigue. La escritura creativa es una capacidad, un don, que va en los genes; a los niños que tienen la suerte de haber nacido escritores lo mejor que se les puede hacer es animarlos a que desarrollen esa cualidad y hacer que adquieran cierta autonomía en su propio proceso de avance. Uno, que ya es mayorcete, ha tenido alumnos de este tipo; es una experiencia extraordinaria. Después de admirar sus dotes (como Salieri a Mozart), a veces increíbles, se les ayuda en lo que se puede, se les felicita e incluso se les pide que le dediquen a uno un cuento o un poema. Gracias por tu visita y comentario. Salud8os).
ResponderEliminarhola José Antonio, te encontré en PH.
ResponderEliminarTe sigo, y me alegro de estar aqui también contigo.
un abrazo afectuoso^^
Muchas gracias, Rebecca. Eres muy amable.
ResponderEliminarEstoy en el mundillo de la educación de adultos y además he sido alumna varios años en un par de talleres literarios. Allí he comprobado que, en general, la gente está más a falta de conocer la lengua escrita que la literaria, por mucho que nos empeñemos en acudir a talleres de escritura creativa para aprender a escribir algo que tenga que ver con la literatura.
ResponderEliminarEn estos talleres, si tienes la suerte de tener un buen maestro (como fue mi caso), se aprende mucho, pero también pienso que a escribir se aprende leyendo, perseverando en la escritura y puliendo, no acudiendo a un taller de escritura creativa.
Luego está el talento, que se tiene o no se tiene, ahí no hay práctica que valga; aunque algún escritor defiende que el talento se crea con el oficio.
Saludos.
Manuela, tal vez en un taller aprendes algunas técnicas elementales, pero poco más. Como tú dices, está la afición, el gusto, el talento y la práctica constante. Supongo, porque todo esto que digo es pura intuición. Gracias por tu visita y comentario. Salud(os).
ResponderEliminarGracias por este blog tiene una tema muy buena me gusta mucho leerle excursiones en estambul
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