Traigo aquí unos párrafos acerca de la motivación, extraídos de la
web “Universidad de Padres”, escaparate del programa que lleva el mismo nombre
y que dirige el profesor José Antonio Marina. Me han parecido muy interesantes.
Llamamos “motivación” a la energía que mueve y dirige nuestro comportamiento. De ella
depende nuestro ánimo y nuestro interés.
Salvo niños especialmente apáticos o pasivos […], los
niños están siempre motivados, pero ¡ay! no para lo que nosotros queremos que
lo estén. Ellos quieren jugar, desordenar, moverse, ser independientes, pero
nosotros queremos que estudien, ordenen, estén quietos y sean obedientes.
En suma, queremos que se interesen por cosas que nos interesan a nosotros, no a
ellos. Cosas que son buenas para ellos -como para nosotros es bueno hacer
ejercicio o adelgazar- pero que resultan costosas y poco atrayentes -como
hacer ejercicio o adelgazar-. Esa transferencia de interés, que exige tenacidad,ingenio y astucia,
forma parte esencial de la tarea educativa. Es una mezcla de seducción y de
coacción.
Distinguimos
la “motivación de inicio”, es decir, la
decisión de comenzar algo, y la “motivación para continuar la tarea”, o
sea, la capacidad para soportar el esfuerzo y el fracaso a veces. El ánimo para
hacer proyectos, el entusiasmo por las cosas, la perseverancia para superar las
dificultades, son hábitos que debemos fomentar en nuestros niños y
adolescentes. Además –y esto es lo más innovador- hemos introducido
dentro de nuestro modelo un tipo de motivación que no es estudiado por los
psicólogos. Estos sólo hablan de las motivaciones que están dirigidas por la
búsqueda de satisfacción o por la esperanza de un premio (sea material o
afectivo). Lo importante es “tener ganas de hacer algo”.
Olvidan
que hay muchas cosas que hacemos sin tener ganas de hacerlas, y que eso también
deben aprenderlo nuestros hijos. ¿Qué fuerza nos impulsDia en esos casos? Solemos
llamarla “sentido del deber”. Durante siglos fue el
centro de la educación, pero ahora lo hemos olvidado y por eso estamos tan
descentrados. Conviene recuperarlo. Es estupendo hacer las cosas por
entusiasmo, por gusto, pero cuando no sucede así, habrá que hacerlas porque es
nuestra obligación.
Es obvia esta reflexión, pero en los últimos treinta años (más o menos) se ha instalado una alabanza extrema del hedonismo en su sentido más lineal en que se reivindica el placer y se excluye lo costoso y lo desagradable, aquello que sólo puede ser explicado por el sentido del deber que citas. Es la enfermedad de los progresistas que se rebelaron contra la sacralización del sufrimiento como necesidad fundamental. Yo fui educado en esta ideología de éxtasis en el dolor. El problema es que nosotros, los que vivimos una época represiva, nos pudimos rescatar de ella. Los que viven esta formación hedonista dudo que puedan escaparse de sus goznes placenteros claramente adictivos. ¿A quién le gusta el deber que no coincide con el placer?
ResponderEliminarAmigo Joselu, no sé si me gusta más el artículo extractado que tu madrugador comentario. Ojalá tu duda acerca de la imposibilidad de salir de "la cárcel del placer" se resuelva en sentido positivo. Gracias. Salud(os).
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