El pasado fin de semana (27 y 28 de agosto), los jefes de la Liga de Fútbol Profesional dejaron en la puñetera calle a los periodistas radiofónicos, porque se negaron a estos pagar una cuota, por aquellos creada, para entrar en los estadios y laborar allí como suelen. Algunos, los más pudientes, sacaron una entrada y enviaron cuñas informativas a través del socorrido móvil.
Yo no sé a vosotros, pero a mí me suena muy mal, muy mal, que los plumillas de la radio tengan que retratarse por pisar el lugar donde se producen los acontecimientos, con el dignísimo objetivo de informar a los de la peña de cada equipo, y de la afición en general, imposibilitados de ver a los peloteros en directo. Me suena fatal, porque me suena a las trincadas de la SGAE, ¿recordáis?, que traduce en euros para sí misma cualquier musiquilla oída en cualquier bar, peluquería y hasta local de reparación de calzado. O sea, me suena a… descarada sisa o ratería. Las cadenas se han plantado de momento, pero no se sabe si aguantarán a pie firme muchos sábados y domingos con tan importante merma de sus programas estelares, los deportivos, que atraen tanta audiencia como recaudación publicitaria.
Yo no sé a vosotros, pero a mí me suena muy mal, muy mal, que los plumillas de la radio tengan que retratarse por pisar el lugar donde se producen los acontecimientos, con el dignísimo objetivo de informar a los de la peña de cada equipo, y de la afición en general, imposibilitados de ver a los peloteros en directo. Me suena fatal, porque me suena a las trincadas de la SGAE, ¿recordáis?, que traduce en euros para sí misma cualquier musiquilla oída en cualquier bar, peluquería y hasta local de reparación de calzado. O sea, me suena a… descarada sisa o ratería. Las cadenas se han plantado de momento, pero no se sabe si aguantarán a pie firme muchos sábados y domingos con tan importante merma de sus programas estelares, los deportivos, que atraen tanta audiencia como recaudación publicitaria.
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Según lo veo, no obstante, lo peor no es este hecho, que en sí representa una catástrofe, sino la ola de huracanes y tormentas “Irene”, o “Rita” o lo que sea, que puede que se desencadene. Porque lo malo se aprende muy pronto. Lo malo aquí es poner la mano por ser tema de información. ¿Veremos, entonces, ruedas de prensa con un fulano en la puerta vendiendo entradas a equis euros? ¿Pedirá su parte el sacerdote cuya misa retransmitan, y hasta el organista, sacristán y monaguillo? ¿Habrá que resarcir a todo el que resulte encuestado ante micrófono por la calle o a través del teléfono? ¿Pondrá precio a su intervención el general o coronel que nos hable por las ondas de algún acaecimiento en el teatro de operaciones? ¿Tratará de conseguir un dinerillo extra la directora del jardín de infancia que llama a la prensa para decirle que el curso próximo habrá dos o quizás tres chiquitos menos? Y así, dirán al reportero que “por su bella cara, nanay de la China”. Como se afirma por ahí, hay cosas que se sabe cómo empiezan, pero no cómo terminan. Casi siempre son las guerras o las huelgas; yo añado el canon, y no el de Pachebel, claro. O sea, esta especie de exclusiva miserable, que parece va a salir del cenagal de las revistas y teleprogramas pestilentes, del palacete de la SGAE, para ir de conquista y ampliar su infame territorio.
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De gratis, nada, monada. Ahora todo el mundo está falto de guita y todo el mundo, y más, pretende engrosar algo su fondo de liquidez. Como sea, según máxima que puso en circulación Zapatero; por cierto, ¡sin cobrar por el invento! Aún. Porque, a partir de la SGAE y su escuela liguera, el presidente del gobierno (este y los que vengan) puede que sea uno de los que vea rebosar más sus bolsillos con monedas y billetes de procedencia periodística, porque las frases y la imagen, los gestos y hasta las ojeras y las arrugas de la camisa de tal personaje suelen inundar como ninguno otro producto las ondas. Y, si para cada ocasión hay un listo, ¡cuántos otros no harán hasta el pino contorsionista con tal de llamar la atención y la presencia y el desembolso de los informadores, e incluso provocar subida de precio por incremento de demanda! Imagino titulares así: “El hijo de Bono reconoce que ya no carga a la derecha” (si no lo sabéis, preguntad a vuestros padres o maridos qué es “cargar” dentro del vocabulario de la sastrería) o “Cristiano Ronaldo descubre con asombro que el forro de su bota izquierda no es de seda india”, etc.
Creo que la Liga de Fútbol ha jugado de pena. Su táctica recaudatoria puede llegar a golear y hacer que descienda de categoría ese proletario que se gana su pan con la alcachofa.