La sonrisa suele ser uno de los intercambios gestuales más dulces y más seductores entre humanos. Pero también, y debido al valor polisémico de muchos de los mensajes no verbales, se convierte a veces en un dardo de hiel directo al alma.
En otro lugar he comentado algunos aspectos referentes a las caricias, dentro de las cuales cabe situar la sonrisa. Hablaba, sobre todo, de las caricias verbales, hechas con palabras, y decía que, junto a las auténticas y sinceras, existen las falsas, constituidas por alabanzas y halagos embusteros e hipócritas, casi siempre interesados, cuando no lanzados con pérfida intención. Al analizar las sonrisas, los especialistas distinguen numerosísimos tipos, que van desde la que expresa alegría y satisfacción, aceptación del otro, agradecimiento…, hasta la que sirve como amenaza, superioridad…, o miedo, inseguridad…
Lo mismo que hay falsas caricias, hay también falsas sonrisas. A una de las clases de falsa sonrisa quiero aludir hoy, la que podríamos denominar sonrisa protocolaria, verdaderamente letal. Voy a hacerlo relatando una secuencia de una durísima película, “The Trap” (rodada en 2007, pero estrenada e n 2010), producción germano-serbio-húngara. La historia se desarrolla en Belgrado, en la etapa posterior a Milosevic. Un joven matrimonio lleva una vida relativamente agradable, aunque modesta, hasta que le detectan a su único hijo una grave enfermedad de corazón. La única solución es que sea operado. Para ello, debe ser trasladado a Alemania. La intervención cuesta 26.000 dólares, que los padres no tienen ni por asomo. La vida familiar se ha ensombrecido. Acuden a parientes, amigos…, pero nadie les puede ayudar. La situación del país no es de holgura económica. El padre se dirige a un banco para solicitar un préstamo. Esta es la escena que me interesa destacar. Se entrevista con un empleado, el cual, una vez constatada la carencia de propiedades y lo escaso del sueldo, afirma que no es posible, pues la cifra resulta, además, muy elevada. Lo chocante es que esta respuesta va aderezada con una media sonrisa, más propia de quien se está congratulando elegantemente porque a su interlocutor le acaba de corresponder un premio. El pobre padre, con un tono de contenido reproche, le dice: “A mí no me hace ninguna gracia lo que me está usted diciendo. A usted, no lo sé”. A lo que el empleado, apagando un tanto su gesto, le responde: “En este banco existe una norma: debemos sonreír mientras hablamos con los clientes. Si no lo hago, me despedirán”. Un barrido de cámara por las mesas de alrededor sirve para comprobarlo.
El relato continúa hasta desembocar en una verdadera tragedia. Para mí que el momento relatado, esa sonrisa que hiere y atenaza tanto al que la ofrece como al que la recibe, sintetiza el drama de la familia, del país y quizás de bastantes aspectos de la vida actual en nuestro mundo. Los gestos que supuestamente exteriorizan los sentimientos más humanos son con frecuencia movimientos estereotipados, puros disfraces, frases y sonrisas protocolarias.
La sonrisa puede convertirse en la expresión máxima del cinismo y de la maldad. Los inquisidores reían mientras robaban y quemaban a sus víctimas, los nazis reían mientras se frotaban la bragueta y vertían el gas mortífero en las cámaras asesinas, los diputados del PP rieron a mansalvan mientras aplaudían compulsivamente el apoyo a la invasión ilegal de Irak... la maldad y la sonrisa han ido tantas veces de la mano que cuesta recordarlas. No te fíes de los que rían sin motivo porque no son de fiar. Personalmente aborrezco a los que ríen cuando hablan de cosas serías y dolorosas porque en el fondo encubren un espíritu miserable. Se distingue tan bien la sonrisa franca de la malvada que enseguida se sabe ante qué tipo de persona se encuentra uno. Un cordial saludo, buen amigo.
ResponderEliminarLo de los inquisidores y lo de los nazis no lo sabía, ¡ni me lo imaginaba! Gracias por entrar, leer y comentar. Salud(os), Fernando.
ResponderEliminarFíjate que llevo mucho tiempo con el tema de la sonrisa de los presentadores de telediarios en la cabeza.
ResponderEliminarVer un noticiero en cualquier cadena es para mí...digno de estudio.
Realmente, se me hace corto!
Es prodigioso hablar del reciente tsunami japonés haciendo incapié en la "belleza de las imágenes inéditas".
Es cínico dibujar una sonrisa al cambiar el tercio entre los asesinos de Marta del Castillo, y la novia de Ronaldo desfilando en París.
Es un tema que me vuelve loco...
Magnífica entrada para reflexionar amigo!
Salu2
Sr. Manero, esa sonrisa de los nazis, la de los del PP..., supongo que la hará Ud. extensible a la sonrisa de Lenin, de Stalin,Mao, de Fidel Castro..., cuando torturaban/torturan, mataban/matan, encarcelan o mandan al exilio..., es decir, de todos aquellos tiranos crimanales que en el mundo han sido y serán, vayan con una sigla o con otra. Y, por supuesto a todos aquellos que jaleaban el "noalaguerra" con fines políticos y ahora esgrimen una media sonrisa cuando son los suyos los que mandan aviones a bombardear Libia.
ResponderEliminarConste que no defiendo ni a unos ni a otros, pero seamos justos y dejémonos ya de sectarismos.
Saludos
Amigo Toni, te agradezco, no sabes cuánto, tu visita, tu lectura y tu elogio. Incluso en casa, mientras cenamos o almorzamos, hemos comentado con suma extrañeza lo ridículos que resultan esos presentadores y con indignación lo ingratos y crueles que son muchos de sus gestos. Salud(os).
ResponderEliminarAnónimo, te digo casi lo mismo que a Fernando: no me podía yo imaginar que la gente matara a inocentes sonriendo. Peor que animales, que al menos matan para comer o defenderse. Salud(os).
ResponderEliminarProfesor...
ResponderEliminarEl silencio es como el viento: atiza los grandes malentendidos, y no extingue más que los pequeños.
Salu2
La sonrisa es una máscara que muchas veces nos sirve para disimular lo que realmente estamos pensando (enfado, envidia, odio, etc.). Aunque también está la sonrisa franca, natural y auténtica. En estos días la más habitual es la denominada "sonrisa comercial", presente en cualquier tipo de transacción económica.
ResponderEliminarSaludos
La sonrisa "Profiden", ¿no?, Antorelo. Jeje. Salud(os).
ResponderEliminarLo bueno es que podemos distinguirlas y, aunque resulte algo ñoño, las sinceras sonrisas de los niños o las de sus padres perdonan a todas esas sonrisas malvadas.
ResponderEliminarEso que dices suena de maravilla, Soyun, frente a la pesimista conclusión de mi propio artículo y la mayoría de los demás comentarios. Se agradece, tanto como tu visita. Salud(os).
ResponderEliminarTu post me arrancado una sonrisa sincera.
ResponderEliminarUn abrazo,
Rato Raro
Gracias por este blog tiene una tema muy buena me gusta mucho leerle excursiones en estambul
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