Por idéntica razón, un niño pequeño balbucea “papá” mientras señala a un señor que no es su padre; luego, meses más tarde, conjugará “ponió” y “cabo” en vez de “puso” y “quepo”, y dirá, durante toda su vida (si la escuela sigue sin dedicarse a lo que debe), “andé” por “anduve”. Esa razón se denomina analogía. El razonamiento lingüístico infantil aplica así el principio de analogía: “Si al hombre que hay en casa le llamamos ‘papá’ y ese señor tiene el mismo aspecto que él, también le llamaré ‘papá’, aunque no sea mi papá“. O bien: “Si ‘temer’ se convierte en ‘temió’ y ‘poner’ es igual que ‘temer’, entonces tendré que decir ‘ponió’. Etc.
Por analogía cometen muchas personas errores de expresión. Los niños están excusados, bien por su edad bien por la inoperante enseñanza escolar, que –insisto- explica también la ignorancia lingüística de bastantes adultos. La analogía les brinda una guía certera, porque la manejan como ley universal y como apoyo seguro, por tanto, para acertar sin derrochar esfuerzos. O sea, para hablar y escribir con corrección, evitando entrar a considerar cada construcción individual. No obstante, el principio tiene excepciones, como hemos visto con “puso”, “quepo”, etc., y quienes no las conocen y no las respetan, se equivocan. Extienden indebidamente la analogía, buscando la absoluta corrección; por ello, se denomina ultracorrección a este fenómeno. Consiste en ampliar la analogía más allá (“ultra-“) de lo permitido, es decir, al terreno de las irregularidades o excepciones. En cuanto a “anduve”, ocurre que se rige por otra analogía, que prevalece pese a su corto campo de acción: es la que toma como modelos o referencias las terminaciones de “hube” y “tuve”.
En Andalucía hay dos palabras en las que se aprecia una forma peculiar, curiosísima, de ultracorrección por analogía, a la que llamaré por mi cuenta ultracorrección dialectal. Me refiero a “sandalias” y “setas”. ¿Nunca habéis oído, paisanos míos, “andalias”? ¿O “etas”? Tal vez la alusiva al calzado esté en retroceso, pero la otra no, seguro, al menos en la zona donde vivo (en el centro de la región, en la provincia de Málaga). Existe y posee vigor, sobre todo en los pueblos pequeños y predominantemente la usan las personas aficionadas a salir a buscar setas. O sea, “etas”.
Para mí tengo que estamos ante una exagerada fidelidad al andalucismo lingüístico, que lleva a aplicar, abusivamente, el principio de analogía y la consiguiente “corrección” a partir de un falso análisis. Me explico: se piensa que, si aquí se dan los plurales “lo hijo”, “la ala”, etc., ¿por qué se va a decir “las eta” o “las andalia”, conservando la “s” como en castellano del norte? Se interpreta mal la “s”, como si fuera final de palabra y signo de plural, y se suprime, como sucede dentro del dialecto en todos los demás términos acabados en "-s", tomados, erróneamente, como análogos.
El término “andalia” es algo más complejo, pues recae en él otra falsa interpretación lingüística, que refuerza la pronunciación ultradialectal. Una vez desposeído de la “s-“ inicial, se piensa, con lógica analógica, que está relacionado etimológicamente con el verbo “andar”, a partir de su significado. A tal confusión la llaman los especialistas etimología popular. Opera también, por ejemplo, en la variante “gomáticos” por “neumáticos”, hablando de las ruedas de los coches o los camiones.
Estas y otras comprobaciones nos ayudan a adentrarnos en la configuración y el funcionamiento de la competencia o inteligencia lingüística. Otro día me propongo comentar el fenómeno de la hipercorrección, parecido al de ultracorrección, aunque distinto, perteneciente al campo de la Sociolingüística.
Gomáticos es buenísimo. Nunca lo había oído.
ResponderEliminarLa palabra "andalia" sí la he oído, pero no "etas" y "gomáticos".
ResponderEliminarMuy ilustrativo e interesante puesto,amigo.
Saludos