
resulta difícil, porque a lo largo del tiempo se han ido acumulando cientos de análisis, observaciones, comentarios, valoraciones… sobre las peculiaridades del español meridional. Un hito importantísimo para conocimiento de las hablas andaluzas fue el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (1961-1973), de M. Alvar, A. Llorente y G. Salvador. Anteriormente, la referencia clara más antigua que conozco es la del Arcipreste de Hita (s. XIV): en su Libro de Buen Amor, pone en boca de uno que erró al pretender los favores de una dama: “tomé senda por carrera,/ como faz el andaluz” (“tomé senda por carretera/ como hace el andaluz”). Y las monografías de cierta amplitud y entidad más recientes que he visto son estas: R. Cano Aguilar y M.D. González Cantos: Las hablas andaluzas, y, sobre todo, J. Mondéjar: Dialectología andaluza.
Sirva esta breve mención documental para expresar modestamente que, por razones profesionales y por afición personal, he leído bastante sobre nuestro modo de usar el español. Digo “nuestro” porque nací y vivo en Andalucía. No lo he leído todo, claro, pero sí lo suficiente como para poder afirmar, como he hecho al comienzo, que no está al alcance de cualquiera efectuar aportaciones de importancia en esta materia.
Sirva esta breve mención documental para expresar modestamente que, por razones profesionales y por afición personal, he leído bastante sobre nuestro modo de usar el español. Digo “nuestro” porque nací y vivo en Andalucía. No lo he leído todo, claro, pero sí lo suficiente como para poder afirmar, como he hecho al comienzo, que no está al alcance de cualquiera efectuar aportaciones de importancia en esta materia.

Hoy, sin embargo, Día de Andalucía, me atrevo a escribir sobre un hecho dialectal que no he encontrado recogido en ningún estudio, repito, de los que conozco. Y, sin embargo, es algo que resulta evidente para todos los de la región; aunque casi sólo para nosotros, porque hay que tener el oído muy fino y muy entrenado para apreciarlo si se pertenece a otros dominios lingüísticos. Me refiero al tono especialísimo, peculiarísimo, que tienen los granadinos y los almerienses al hablar, tono que tampoco es el mismo en unos y en otros. Consiste en una manera de articular las afirmaciones, las preguntas y otras muchas clases de enunciados, con unas curvas melódicas que no he oído en ninguna otra parte de Andalucía ni de España. Paralelamente, tampoco he encontrado estudios descriptivos de tal fenómeno, ni siquiera alusiones de pasada, más o menos impresionistas, salvo lo que puede haber de sugerencia -si es que hay- en el conocido y archirrepetido tópico de la “mala follá granaína”. Por esa carencia de investigaciones, no me es posible detallar aquí en qué consiste exactamente la particularidad a la que me refiero, en términos de fonética o tonemática. De otro lado, me faltan instrumentos conceptuales y técnicos para lanzarme a la tarea. Cosa que no me impide dar(me) cuenta de la existencia de esos tan llamativos tonillos.
Invito, pues, a quienes lean estos párrafos a que se apresten a identificar de oído -y disfrutar- esa peculiar manera de modular las frases, cuando estén en presencia de personas originarias de las provincias correspondientes (porque las isoglosas casi coinciden, en general, con los límites geográfico-administrativos). Insisto que, siendo equiparables en su singularidad, no son exactamente iguales en Almería y en Granada.
Dos notas distintivas más define lo singular de Granada y Almería: una, su manera de entonar las frases es absolutamente inimitable. En el teatro, en el cine, en la televisión, en la radio…, y también en la vida diaria al contar chistes, por ejemplo, gente de habla castellana (o sea, “del norte”) suele tratar de remedar a los andaluces con mayor o menor fortuna, según el grado de habilidad. Casi siempre se trata del habla sevillana o, en general, del occidente andaluz, Cádiz, Huelva... Pero jamás he asistido a una imitación de esos exclusivos dejes granadino y almeriense, ni conozco a nadie que lo haya intentado seriamente. Tampoco los andaluces de otras provincias creo que podamos reproducirlos. El segundo rasgo nos sitúa en otra perspectiva: una vez que, de niño, se “aprende” ese acento, ya nunca desaparece, es decir, no se puede cambiar ni disimular. O es casi imposible hacerlo totalmente.
Por ser hablantes únicos, inconfundibles e inimitables, entre otras cosas, felicito a granadinos y almerienses. Y a todos los paisanos en general en la festividad de nuestra región.
Invito, pues, a quienes lean estos párrafos a que se apresten a identificar de oído -y disfrutar- esa peculiar manera de modular las frases, cuando estén en presencia de personas originarias de las provincias correspondientes (porque las isoglosas casi coinciden, en general, con los límites geográfico-administrativos). Insisto que, siendo equiparables en su singularidad, no son exactamente iguales en Almería y en Granada.
Dos notas distintivas más define lo singular de Granada y Almería: una, su manera de entonar las frases es absolutamente inimitable. En el teatro, en el cine, en la televisión, en la radio…, y también en la vida diaria al contar chistes, por ejemplo, gente de habla castellana (o sea, “del norte”) suele tratar de remedar a los andaluces con mayor o menor fortuna, según el grado de habilidad. Casi siempre se trata del habla sevillana o, en general, del occidente andaluz, Cádiz, Huelva... Pero jamás he asistido a una imitación de esos exclusivos dejes granadino y almeriense, ni conozco a nadie que lo haya intentado seriamente. Tampoco los andaluces de otras provincias creo que podamos reproducirlos. El segundo rasgo nos sitúa en otra perspectiva: una vez que, de niño, se “aprende” ese acento, ya nunca desaparece, es decir, no se puede cambiar ni disimular. O es casi imposible hacerlo totalmente.
Por ser hablantes únicos, inconfundibles e inimitables, entre otras cosas, felicito a granadinos y almerienses. Y a todos los paisanos en general en la festividad de nuestra región.