miércoles, 1 de julio de 2009

HOMENAJE JUBILAR 2

Soy tu tocayo, el "Punto Filipino". Aunque sólo llevo aquí un curso, me da mucha pena que te tengas que jubilar. Siempre que hemos tenido un problema, tú nos lo has solucionado. Como cuando íbamos a JUVELOJA a la excursión y nos daba vergüenza darle el dinero al maestro porque había que entrar en la clase de 3ºC; nos daba vergüenza y tú le diste el dinero al maestro de Educación Física. Como cuando se le perdió el bolígrado a José Miguel y tú le diste el tuyo. Y como lo de Elizabeth: se lo dijiste a la Orientadora y lo soculionamos. Siempre has sido muy "apañao" y has estado siempre con nosostros para lo que nos ha hecho falta. Te escribo para que nunca te olvides de mí y te acuerdes siempre. Como te decía antes, que me da mucha pena que te vayas. Adiós, maestro. Espero que nunca te olvides de mí. Adiós de tu "Punto Filipino": JOSÉ ANTONIO ASENCIO. 1º A.

Cómo me voy a olvidar, tocayo, cómo me voy a olvidar. Aunque no nos veamos en mucho tiempo. Jamás se me borrarán de la memoria sentimental nuestra convivencia en el instituto, donde hemos tenido, sin saber por qué, una especial relación; y tus ojos, inundados de lágrimas, el día de la despedida, mientras cantabais esa canción tan hermosa. Un fortísimo y larguísimo abrazo, "Punto Filipino". Y muchas gracias.

2 comentarios:

  1. Cuando un adulto desea perdurar en la memoria colectiva de la humanidad, tiene una de dos: una, o bien se decanta por la opción de procrear para perpetuar su herencia genética, o dos, se decide a probar en el mundo del arte, de la expresión creativa, mediante obras de las que la gente dice valorar en tal modo, que nunca desea que desaparezcan de la faz de la tierra.

    Cuando un chico o una chica desea inmortalizarse, como es tu caso José Antonio (alumno), recurre a una idea que no sabes tú hasta qué punto nos llega al corazón a quienes ejercemos con devoción el difícil arte de educar: lograr un hueco en el corazón de tu maestro.
    Por eso, dice la leyenda que sólo el corazón de una madre es más grande que el de un maestro o el de una maestra. La madre utiliza el tamaño de su corazón para perdonar, para hacer la cama y la colada todos los días, para procurarte comida y cariño , y para luego clonar estas acciones con todos y cada uno de sus nietos y nietas.
    El maestro y la maestra, igualmente, transforma su corazón en una especie de cofre sagrado, una enorme biblioteca, con miles de secciones, cada una de ellas dedicada a cada chico y a cada chica al que en alguna ocasión tuvo la suerte de educar en algo. ¿Sabes? Un maestro jamás usa la "papelera de reciclaje" para borrar algún archivo del alumnado. Somos incapaces, porque el sistema operativo sobre el que trabajamos, así lo impide. Por eso, no te quepa duda de que José Antonio Ramos, tu maestro, nunca te olvidará y siempre tendrá recuerdos de tu persona y deseos de paz, salud y felicidad para ti y para los tuyos de la misma forma en que te sucederá a ti con él. Así que, en alguna forma has dejado de ser el "punto filipino" para convertirte en inmortal. Palabra de maestro.

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  2. Qué hermosas y qué densas frases, David. Y qué oportunas. Es lo mejor que me podías escribir de mi "Punto Filipino" y su emocionante despedida. Si lo conocieras... Muchas gracias en su nombre y, por supuesto, en el mío. (Digo yo: ¿por qué no me escribes todos los días una parrafada así?)

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