miércoles, 30 de julio de 2008

LAS CALLES DE MI PUEBLO (II)

En la anterior entrada sobre los nombres de las calles con faltas de ortografía, quedé en expresar por qué sospecho yo que quizás los munícipes, o alguno de ellos, hayan sentido que les remuerde la conciencia por tales disparates y estén reaccionando. La verdad, es muy débil la base en que me apoyo e incluso dudo si mi sospecha se debe más a un arranque de buena fe y a mi ser de persona biempensada, que a un giro real en la actitud de la asamblea de ediles. En cualquier caso, lo que he visto que ha sucedido admite ser interpretado como acto de desagravio, como deseo de reparar las faltas -nunca mejor dicho- cometidas, como una suerte de indemnización a quienes nos vimos agredidos, molestados, violentados, zaheridos… con tanto despropósito ortográfico y ofensa para nuestra lengua. Se trata de lo siguiente: en son de homenaje, han elegido a uno de los más egregios cultivadores del español, tal vez el más excelso, y no sólo le han puesto su nombre -bien escrito- a una calle, sino que ¡¡se lo han colocado a dos!! (de momento). Vean.





Saquen ustedes sus propias conclusiones. Yo estoy aún bastante dudoso, sin saber si inclinarme por ver en esto un sincero plan de resarcimiento o, por el contrario, una sonada pérdida de memoria y una flagrante incuria en aquel que nominó repetitivamente la segunda calle dedicada al “As de los Ingenios”. Es decir, si es arrepentimiento o si es ignorancia y descuido.
No me hurto, sin embargo, de pensar en la cantidad y calado de los problemas que vecinos de ambas carreras habrán tenido gracias al / por mor de la clonación: cartas equivocadas, envíos que el cartero pretende cobrar a quien no los pidió, visitas erróneas, regalos que premian a quien no los merecía, multas asestadas a quien ni siquiera conduce, etc. Si los nombres de las calles están para distinguirlas a tales efectos, aquí queda claro que se ha columpiado quien sea y por las razones que sean.
¿Si tiene arreglo? Claro que sí. Renombrar una de las dos calzadas, por ejemplo. Yo lo aceptaré, pues es seguro que Don Miguel, sobrado como está, no peleará nunca por una calle de más o una calle de menos. Aunque seguro que hay otras posibilidades: que las averigüe quien erró. Pero, ruego, no caiga, por favor, en la irrisión de adoptar la fórmula de las sagas peliculeras: “Cervantes I”, “Cervantes II”, etc. Y menos duplicando, triplicando… a nuestro insigne manco.

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